Elda Montiel
SemMéxico, Ciudad de México, 6 de noviembre, 2024.- La falta o el acceso a servicios de infraestructura pública fundamentales como el agua en contextos rurales intensifican la carga de cuidados de las mujeres diversas como jóvenes, indígenas, afromexicanas, migrantes, de la diversidad sexo-genérica y con discapacidad por lo que un sistema de cuidados debe visibilizar estas realidades.
El Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir (ILSB) realizó una encuesta a 134 mujeres y 13 entrevistas para entender cómo los cuidados atraviesan a grupos históricamente subrepresentados, impulsando un enfoque interseccional que oriente políticas públicas más inclusivas y justas, cuyo título es “Mujeres que cuidan. Los cuidados de una mirada interseccional”.
El informe busca contribuir a la generación de datos e información situada, que es el primer paso para fortalecer un enfoque interseccional , para entender cómo viven y atraviesan los cuidados propios y ajenos a grupos diversos de mujeres, a fin de enriquecer y orientar las discusiones y políticas públicas en la materia.
Las cargas de cuidados familiares se intensifican para las mujeres de este estudio por factores como el número de hijos e hijas, las actividades cotidianas que se deban cumplir como trabajo en el campo, cuidado de animales, el grado de infraestructura y servicios públicos que se tengan garantizados, y los contextos urbanos o rurales donde residan.
Las desiguales cargas de cuidados y la falta de corresponsabilidad de otros agentes para asumirlos, como el resto de la familia, el Estado y el mercado, son un tema que las participantes del estudio reconocen tras cuestionar ciertos mandatos de género y adquirir una mirada crítica y política sobre los cuidados.
En este sentido, las participantes reconocen como principal obstáculo para distribuir la carga de cuidados al interior de sus familias, los patrones culturales machistas internalizados, también por ellas, normalizan la idea de que las mujeres son las proveedoras naturales de los cuidados y quienes pueden brindarlos de la mejor manera.
Algo compartido por casi todos los grupos es que las redes de apoyo a las que recurren para redistribuir o transferir cargas de cuidado son otras mujeres de la familia, amigas, vecinas, colegas, etc. Estas cadenas de cuidados informales representan una paradoja porque, por un lado, abonan a la feminización e informalidad en los cuidados
Ninguno de los grupos de las mujeres del estudio reconoció avances significativos en política pública en materia de cuidados, sin embargo, identificaron algunos generales o indirectos, como la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT); la Pensión para el Bienestar de los Adultos Mayores; el reconocimiento del trabajo doméstico en la Ley Federal del Trabajo; el reconocimiento del matrimonio igualitario, que permite mayores certezas jurídicas sobre sus relaciones de pareja y filiación, así como el acceso a seguridad social, y la Estrategia Nacional de Prevención de Embarazo en Adolescentes (ENAPEA).
Las medidas que más aligerarían la carga de cuidados son capacitación para quienes cuidan dentro de las familias, pues algunos requieren especialización; se implementen políticas de conciliación de la vida familiar que ayude a liberar el tiempo de las mujeres como servicios públicos como (casas para adultos mayores, guarderías, estancias infantiles, incluso servicios públicos de personas cuidadoras profesionales a domicilio, y que tengan en cuenta las necesidades diferenciadas en función del género, la pertenencia étnica, la edad y el lugar de residencia entre otros.
Mujeres indígenas o afromexicanas
Las mujeres indígenas y afromexicanas en contextos rurales, además de los cuidados familiares asume trabajo físico derivados de la falta de provisión de servicios, (acarreo de agua y leña, preparación del nixtamal, trabajo en el campo, la producción de alimentos para consumo y comercialización, cuidado de animales de traspatio.
Desde la cosmovisión de sus pueblos el ejercicio de los cuidados familiares no suele ser reconocido ni respetado fuera de sus comunidades, e incluso muchas veces es criminalizado (partería, uso de medicinas ancestrales, etc.).
Mujeres de la diversidad sexo-genérica
Para las mujeres de la diversidad sexo-genérica, ante la violencia y discriminación que viven los cuidados se amplia en las redes y relaciones de apoyo y protección que han creado con pares. Para ellas, las políticas, los programas y servicios públicos en materia de cuidados no atienden sus necesidades particulares dado que se construyen desde la hetero y cisnorma.
Aquellas que no cuentan con autonomía económica para salir de la casa familiar o se ven en la necesidad de regresar a ella para recibir cuidados ante una enfermedad o cuando son adultas mayores, muchas veces ven el apoyo condicionado a esconder su orientación sexual, identidad o expresión de género, y se encuentran expuestas a múltiples violencias.
Proponen principalmente que existan mayores programas educativos y de gestión emocional para los padres y madres de hijas/os LGBTIQ+ y medidas para evitar la discriminación en la atención y el cuidado de la salud.
Mujeres con discapacidad
Para las mujeres con discapacidad, el cuidado debería fomentar la autonomía y alejarse de la mirada asistencialista que coloca a las personas con discapacidad únicamente como dependientes. Para ellas es muy importante reconocer cómo, en nombre de los cuidados, se ejercen múltiples violencias y se vulneran los derechos humanos de las personas con discapacidad, y en muchas ocasiones son las y los propios cuidadores los responsables.
Asimismo la falta de inclusión de las personas con discapacidad en espacios educativos y laborales, e, incluso, la falta de infraestructura adecuada para favorecer traslados, hace que sean relegadas al ámbito del hogar.
Señalan que los modelos de cuidado existentes generan dependencia excesiva de las personas con alguna discapacidad de sus cuidadoras y sobrecarga para las familias, lo que aumenta las tensiones dentro de los hogares. Aunque realizan labores de cuidado hacia otros miembros de la familia no se ven como proveedoras de cuidados, por ejemplo, aquellas que están maternando o desean maternar.,
Para ellas son espacios de cuidados todos aquellos que permiten compartir experiencias y conocimientos, como los comités escolares y centros de salud, entre otros.
Mujeres migrantes
Para las mujeres migrantes, la propia condición migratoria se vuelve un desafío al momento de brindar y recibir cuidados familiares, debido al limitado acceso a servicios públicos educativos, de cuidado o salud, que deben solventar ellas mismas o a través de organizaciones de la sociedad civil. Los cuidados familiares también se ven atravesados por algunas situaciones de violencia a las que se ven expuestas durante el tránsito o la llegada al nuevo lugar. El no poder acceder a trabajos remunerados también impide que cuenten con recursos suficientes para cubrir necesidades básicas de alimentación o higiene para ellas y sus familias.
Mujeres jóvenes
Para las mujeres jóvenes en contextos rurales y de costa, los principales retos en los cuidados familiares se relacionan con la falta de servicios y apoyos distribuidos equitativamente que respondan a sus necesidades reales. Para las mujeres jóvenes en contextos urbanos, por otro lado, los retos en los cuidados familiares tienen que ver con las escasas oportunidades de planificación familiar, acceso a programas de salud sexual y reproductiva, y la falta de paternidades responsables, que las obliga a interrumpir sus planes de vida frente a embarazos no planeados y maternidades adolescentes.