Yaneth Angélica Tamayo
SemMéxico. 2 de julio de 2020.- Uno de los principales obstáculos que encuentran las mujeres que deciden ejercer sus derechos político-electorales y luchar por una mejor vida para ellas y sus comunidades, tiene que ver con la discriminación y la violencia política por razón de género que se ejerce contra ellas.
Así como las simulaciones que se hacen de la paridad, cuando en ocasiones las cuotas de género son consideradas como un reparto patrimonialista y familiar, donde mujeres con cualidades y trayectoria en la defensa de los derechos humanos y de sus comunidades simplemente no figuran.
Por ello me pareció buena idea hablar de aquellas mujeres que han representado un hito histórico en la sociedad de su comunidad y del país, quienes con su esfuerzo y determinación han empujado a otras mujeres a luchar por sus derechos.
Mujeres que desde mi perspectiva deben ser la opción real para ocupar el 50% de los puestos estratégicos de gobierno.
Es así que, en esta entrega les contaré un poco de la historia de la maestra Rogelia González Luis, una mujer de izquierda que ha marcado la vida de un sin número de mujeres y sus familias en las comunidades indígenas en Oaxaca.
Mujer indígena que a pesar de las carencias y dificultades que ha enfrentado a lo largo de su vida, ha tenido la capacidad resilente para superar las carencias, obstáculos y la vida dolorosa que desde niña padeció, proveniente de Juchitán Oaxaca y de una familia de mujeres indígenas, Rogelia aprendió la fortaleza que su abuela le inculcó.
La violencia familiar y las vejaciones que sufrió por el hecho de ser una mujer joven e indígena, fueron el motivo para luchar por sus derechos humanos, por los de su hija y por los de todas las mujeres de su comunidad, su determinación, su coraje e indignación, propiciaron que esa mujer que consideraron diferente se levantara y transformara su vida.
Y es así como a partir de los años setentas, comenzó a luchar contra la represión estudiantil, movimiento en donde fueron asesinados, masacrados y desaparecidos miles de estudiantes y mujeres con las que compartió espacio, situación que para ella representó un conflicto político y antidemocrático que afectó a los pueblos originarios de donde ella provenía.
La lucha ante la represión, la injusticia y en especial el acaparamiento de tierras que hacían los terratenientes de la zona, el sufrimiento de las personas por la falta de recursos mínimos básicos, aunada a la situación de marginación, discriminación y exclusión que pueblos indígenas sufrían, hizo que la profesora Rogelia decidiera luchar por sus derechos a través de la vía electoral.
Por primera vez los pueblos originarios y en especial las mujeres tuvieron la oportunidad de participar en los procesos electorales; sin embargo, las cosas no fueron fáciles, el desconocimiento que el Estado en turno hizo de sus derechos provocó que Rogelia junto con su comunidad tuvieran que enfrentar un estado de sitio, en donde muchas mujeres fueron encarceladas, violadas y masacradas en cuarteles militares.
La represión brutal contra la comunidad indígena trajo consigo la desaparición forzada de compañeros y líderes políticos que hasta la fecha no han sido presentados con vida. Tal abuso suscitó que la comunidad nacional y en especial Amnistía Internacional pusieran sus ojos en Juchitán.
Pero en su lucha social nunca estuvo sola, la solidaridad por parte de personas aliadas como Rosario Ibarra, Carlos Monsiváis, feministas como Cecilia Loria, Adriana Luna Parra y otros intelectuales de nivel nacional e internacional la impulsaron a no darse por vencida.
Las ganas de luchar por el bienestar de su comunidad y en especial de las mujeres indígenas, la hizo sumarse junto con varias mujeres de su comunidad y del sureste mexicano en el levantamiento armado del EZLN, el abandono y la discriminación por parte del gobierno las empujo a levantar la voz y caminar por todo el territorio nacional.
Andar que no terminó ahí, pasar por la lucha magisterial y lograr como mujer indígena una dirección estatal, le permitió ver las necesidades de las comunidades y barrios de Oaxaca, ver a los niños desnutridos, con carencias y víctimas de la violencia familiar producto del consumo del alcohol, le dio aun más fuerzas para dar la batalla en el ámbito electoral y trabajar a través del cabildo para lograr un desarrollo que asegurara la paz en toda la comunidad.
Ella es muy enfática en reconocer que las principales aliadas que ha tenido a lo largo de más de 25 años de lucha social han sido las mujeres feministas, que le permitieron identificar las necesidades de las mujeres y la urgencia de hacer valer sus derechos humanos, pero sobre todo el feminismo le hizo ver la gran desigualdad en la que las mujeres indígenas vivían respecto de los hombres.
El feminismo la habilitó trabajar desde un enfoque de género y cuestionar el trato que se le daba a las mujeres, tarea que no le fue fácil debido a la cultura de machismo que se vive en su entidad.
Y aun sabiendo el costo social y político que implicaba asumirse como feminista y trabajar sobre una agenda de género, tuvo que padecer y resistir la exclusión por parte de sus compañeros de magisterio y de partido político.
Pero no todo en su vida han sido tragedias, la fortaleza que le inculcó su madre y abuela, el aprendizaje que le dieron las personas que caminaron a su lado en la lucha social por el reconocimiento de los pueblos originarios y de los derechos de las mujeres indígenas, le permitió demostrar a su comunidad y a sus compañeros que una mujer indígena, feminista y determinada puede lograr el acceso a un puesto de representación popular.
Lograr un puesto como síndica y una regiduría, también le permitió demostrar a los hombres de partidos y de gobierno, que se puede incidir positivamente en las comunidades indígenas si se lleva una agenda de derechos humanos y con perspectiva de género.
Fundar el Centro de Apoyo y Atención a la Mujer Istmeña “Rosario Ibarra”, la Asociación Civil Mujeres 8 de Marzo, la Casa de la Mujer Indígena, la Casa de Transición para Mujeres Indígenas y el Refugio para Mujeres Indígenas Víctimas de Violencia Familiar, le ha permitido brindar herramientas, apoyo, seguridad y adelanto a las mujeres oaxaqueñas.
Sin embargo, esto no ha sido suficiente para su Municipio y Estado, la falta de apoyo para incidir en políticas públicas y desarrollo económico, le ha frenado en su objetivo de lograr el adelanto, la inclusión y la paz en los pueblos originarios de Oaxaca.
Pero también la falta de apoyo económico y partidista le ha impedido ascender en el ámbito político, el no poder avanzar más allá de una regiduría y no poder incidir a favor de su comunidad desde un puesto estratégico de gobierno o de representación por cuestiones de discriminación e invisibilización, ha sido el tope que se le ha impuesto a su trabajo en favor de las mujeres indígenas.
Situación que no es ajena para otras mujeres que se han atrevido a desafiar a los partidos en donde militan, ni para las mujeres que en su activismo han tenido que luchar contra una estructura social que no mira y que no escucha a las personas que padecen la falta de privilegios.
Contar la historia de mujeres que han incidido de forma positiva en la sociedad, puede ser un paso para que la ciudadanía conozca su trabajo y exijan de sus gobiernos mejores resultados de los que dan algunos que solo ostentan el poder para beneficiarse.
Para terminar, me basta decir desde mi particular opinión que mujeres como Rogelia González Luis son las que deben ser consideradas por los partidos políticos y por los gobernantes de cada entidad, para cubrir el 50% de las candidaturas y de los puestos de gobierno. Las mujeres y en especial las originarias de pueblos indígenas necesitan tener una verdadera representación.
La reforma de la paridad en todo, nos está dando la oportunidad de generar mejores condiciones para la inclusión de todas las personas, desaprovechar esta oportunidad puede ser el paso con el cual se retroceda en la lucha por los derechos humanos.