Soledad Jarquín Edgar
SemMéxico, Oaxaca, 31 de enero, 2022.- El aprendizaje es una herramienta permanente, más aún en tiempos cuando la producción de información es simplemente continua, derivado de la velocidad con la que hoy podemos conocer un hecho, un estudio producto de una investigación, nuevos descubrimientos, más avances tecnológicos, hallazgos científicos y también los horrores humanos como el incremento de la violencia generalizada -derivada del crimen organizado-, y la concreta contra las mujeres por ser mujeres, la corrupción institucionalizada y el sistemático crimen contra periodistas, por decir algunos.
En ese mundo estamos. Cada segundo, una nueva producción informativa.
El feminismo no es la excepción. El análisis desde las mujeres ha puesto desde hace muchas décadas, de manera más accesible para las mayorías interesadas, los efectos generalmente negativos que producen las desigualdades históricas, sociales, políticas, económicas y culturales, entre las mujeres y los hombres; ha visibilizado y puesto nombre a lo que antes se ocultaba o no se nombraba; nos ha enseñado una nueva forma de ser mujeres, lejos de la idea del complemento del otro, al mismo tiempo al conquistar derechos y nos ha dado ciudadanía al poder disponer, disfrutar y demandar esos derechos. Podemos, por la teoría, desnaturalizar en la práctica personal y colectiva lo que se nos imponía como deber ser.
El feminismo, entonces tiene su propia y gran base de producción informativa.
Desde Christine de Pizan y La ciudad de las damas (1405), pasando por Mary Wollstonecraft con la Vindicación de los derechos de la mujer (1792), hasta El Segundo Sexo escrito en 1949 por Simone de Beauvoir, hasta los cientos y quizá miles de estudios que se producen hoy en día en las universidades del mundo.
Una enorme mayoría de estos libros, que era difícil encontrar hace apenas unas décadas atrás, se puede leer a través de la internet o se encuentra en ediciones que antes era imposible adquirir por sus costos. De ahí que las feministas de los setenta y ochenta hicieran pequeños grupos de estudio para compartir esos y otros muchos textos. Tener, por ejemplo, el libro del Segundo Sexo de Beauvoir o Los Cautiverios de las Mujeres: madresesposas, monjas, putas, presas y locas de Marcela Lagarde fue un tesoro en los años noventa para muchas mexicanas, lo que también me incluye.
Gracias a las feministas de los setenta, mi generación pudo acceder ese conocimiento también a través de diplomados o talleres, conferencias aquí y allá. A veces hasta cinco o seis por año. Ese aprendizaje ha fortalecido al feminismo, sin duda alguna. Hay una especie de renacimiento del movimiento social que ha perdurado por los siglo. Un movimiento cada vez con rostros más jóvenes tomando las calles, con nuevas actoras, como las madres en la exigencia de justicia para sus hijas. Ahí, en las calles, durante las protestas, hay un encuentro de tres generaciones de mujeres, unas detrás de las otras, “porque si tocas a una nos tocan a todas”.
Esto que cuento de forma rápida y a grandes zancadas tiene una razón de ser. En este momento, el problema mayor para las mujeres, todas, reside en que muchas (la mayoría) de las que llegan a ocupar cargos de elección popular -esos por los que se han creado mecanismos, acciones afirmativas, leyes y normas para que se alcance la paridad política-, son mujeres que no tienen ninguna empatía con los derechos de las otras.
Y hoy, recordamos en SemMéxico a Rosa María Cabrera Lofte, quien falleció ayer domingo. Ella militante de izquierda y feminista, comprometida, admirable, amiga entrañable de muchas mujeres que conozco. Ella me dijo en una entrevista en 2020 que las futuras diputadas (porque venía un proceso electoral, donde se eligió a las hoy diputadas locales y federales) debían responder al reto de legislar desde la perspectiva de género.
Justamente, por eso hice este enredo de hoy. Porque es muy lastimoso ver cómo algunas legisladoras, como sucede en Oaxaca, siguen al margen de las luchas feministas, que (primero) por cierto las llevaron a donde están, y segundo, no les importa la condición social de las mujeres. Otra vez, a empezar de nuevo. Vemos legisladoras respondiendo a los compromisos de sus partidos y lo peor todavía, siendo fieles al patriarcado-misógino-machista. Aprenderán, si es que aprenden, y ojalá así sea, para que dejen de ser figuritas de pastel.
Aprender es cosa de todos los días. Leer es fundamental para quien gobierna, mujeres u hombres. Y el feminismo, los estudios desde la perspectiva de género son elementales. El feminismo no es asumir una posición esnobista, es una posición personal y política.