- Responden hombres a las acusaciones del #MeToo
- Las mujeres se enfrentaron con sus memorias dolorosas
Sylvia Ruth Torres
SemMéxico/SEMlac,
Managua, Nicaragua, 20 de abril, 2020.- En Nicaragua, nuevamente abril sigue
siendo un mes intenso. Una rebelión en contra de abusos, acosos y violaciones
está en marcha, y ha estallado principalmente en Twitter. La respuesta de los
hombres acusados, y de otros que no lo son, ha sido grupal y verbalmente
violenta.
Las denuncias habían empezado el año pasado con la versión nica del #MeToo,
pero, en enero de este año, mujeres de diversas edades, poco a poco decidieron
nombrar y documentar abusos, acosos, violaciones sexuales y, en algunos casos,
revelar nombres y ocupaciones actuales de los incriminados.
Hubo plantones y murales de denuncia en universidades y otros espacios. La
cuenta de @brujamistica en Twitter comentó que el incremento de las denuncias
comenzó cuando, en la misma red, El blog de la denuncia (@Sorora28) publicó
un arte que decía textualmente:
«Sobre los grupos de abusadores/delincuentes:
Dropbox/carpeta: Se crea hace más de diez años. Los participantes son chavalos que hoy en día, tienen más de 25 años (también hay de edad, 23. Y menores por la relación de los mismos chavalos con otros).
La Liga (Grupo de WhatsApp): Se creó en el 2013. Los partícipes son algunos de
la famosa carpeta, pero hay nuevas generaciones (23 años aprox).
Los bebecitos: Se creó con el mismo propósito que los dos anteriores, con la
diferencia de que los partícipes son menores (17 años), aún están en el
colegio».
Más de 100 mujeres y algunos hombres habían publicado denuncias el lunes 13 de
abril. La denuncia ya pasó de novios, parejas o ex a familiares, docentes,
curas, políticos y más, con un listado de delitos que se diversifica:
propalación, abuso sexual, violaciones individuales y en serie, violencia
intrafamiliar, acoso.
Las mujeres se enfrentaron con sus memorias dolorosas, se expusieron al
escarnio y rompieron el silencio; algunas amparadas en el anonimato, otras con
su identidad y así se fueron desgranando las denuncias, compartiendo capturas
de pantallas con amenazas, fotos de penes y grabaciones airadas de sus parejas
reclamándoles por qué los rechazaron, por sus llantos, o acusándolas de feas y
zorras.
Es decir, empleando en plena era digital, discursos analógicos de los años
cincuenta del siglo pasado, en los que al estilo de la serie Mad Men, los
hombres utilizan como armas para oprimir a las mujeres sus estándares de
sexualidad, pudor, belleza y domesticidad.
Los varones que se sintieron cuestionados por las denuncias empezaron a
burlarse de las chavalas, las acusaron de locas, mentirosas, borrachas o
drogadictas, de ser las culpables, o incluso, desear el abuso. Sintiéndose
atacados en su masculinidad, respondieron colectiva y
«autoconvocadamente» a defender los privilegios de su grupo. A ellos
también se sumaron mujeres que han interiorizado valores machistas, y una hasta
se atrevió a denunciar la supuesta identidad de una de las administradoras
de El blog de la denuncia.
Fue contestación de grupo, aunque con excepciones, como siempre. Los ofendidos
no necesitaron de oenegés, charlas o grupos de apoyo y
concientización. Los bbcitos anunciaron que ya que las mujeres empezaron
a denunciarlos, para vengarse de ellas, crearían un grupo en Instagram. De 30
crecieron en pocas horas a mil integrantes. ¿Qué hay tras semejante respuesta?
El australiano Robert Connell y otros autores describen la masculinidad
hegemónica como el miedo de los hombres hacia las mujeres y la huida de ellas,
a partir de un ideal cultural centrado en sus roles de proveedores viriles.
Este es un papel que termina causándoles ansiedad, por el temor de no llenar el
molde, un modelo que es, además, excluyente, brutal y violento.
Dicen los autores que, aunque con diferentes manifestaciones dependiendo de
clase, etnicidad, no todos los hombres practican esa masculinidad hegemónica,
pero todos se benefician de ella.
El problema de las relaciones entre hombres y mujeres está cruzado por cómo nos
han criado. Las mujeres tenemos décadas desmenuzando los mitos que relacionan
amor con sufrimiento y entrega total (nuestra por supuesto), o que ejercer la
sexualidad y querer placer se define entre el querer y el deber. Debemos ser
domesticadas, pero también inteligentes y lascivas.
Los hombres no reconocen las incomodidades que les provoca la masculinidad
hegemónica de la que habla Connell.
La rebelión de estas muchachas que han denunciado ataca el corazón del modelo
opresor implementado por casi una década por Los bbcitos, ahora con otro
nombre en Instagram, los de La Liga, y muchos otros. Romper el silencio y
denunciar pone en riesgo ese sistema de abusos y la complicidad. Por eso les
duele.
Pero, estamos hartas de la impunidad, las otras mujeres también están avisadas
de los comportamientos que no son aceptables. Muchas más están poniendo a los
abusadores en la picota, ya hay varios grupos organizados para documentar las
denuncias, acuerpar como testigos, sostener a las que se descompensan
emocionalmente e interpelar a quien sea para que se oiga alto y fuerte.
Por lo pronto, las mujeres, víctimas o no, podemos comenzar con la solidaridad,
nadie o muy pocas se van a inventar una denuncia para sufrir más oprobio. No
solo tendremos que acuerparnos, sino empezar a desmontar los estándares de
sexualidad, con normas heterosexuales y en función de la reproducción, con la
que se quiere controlar a las mujeres.
Urge seguir desmontando los ideales de «mujer buena y mujer mala, de mujer
de su casa y mujer de la calle». Allí se desmonta el poder opresor
masculino. ¿Te publicaron una foto de un desnudo?, ¡y qué! La dignidad de una
mujer no puede depender de una pinche foto que fue tomada con consentimiento,
peor aún en el caso en que fuiste forzada a hacerlo.
Llevamos años denunciando todas las violencias frente a un sistema que más bien
parece encubrir a los abusadores y enjuiciar a las víctimas; y con todo lo que
ha pasado desde 2018, tiene lógica que las jóvenes confíen más en la sanción
social, a pesar y a costa del linchamiento virtual del que pueden ser víctimas.
Pero no solo toca escuchar y ofrecer nuestros abrazos virtuales, sino
plantearnos qué hacer frente a un sistema patriarcal que reproduce estas
dinámicas.
Abril se multiplica en esta rebelión que también es contra del poder
autoritario que comienza desde abajo en nuestras relaciones más cercanas. Y
aunque en unos días conmemoramos el inicio de la Rebelión de abril, ya no
es aceptable postergar las denuncias de las mujeres en función de una causa
mayor o la entrada a la segunda fase de la COVID-19.
La vida de las mujeres es también una causa noble y no hay derecho a que, una
vez más, la sociedad se haga la sorda ante semejantes gritos de desahogo y
reclamos de justicia. A esta epidemia sí la podemos controlar.
#TeAcuerpamosTecreemos.
SEM-SEMlac/srt