No es normal que el sexo duela

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  • La invisibilización del vaginismo y la dispareunia. Dos condiciones desconocidas
  • La penetración no lo es todo

Amarantha Chávez

SemMéxico/Testigo Púrpura, Xalapa, Ver., 28 de febrero, 2022.- El día que Ana quiso tener relaciones sexuales con su pareja, ocurrió algo que pasmó un momento que -al menos en el imaginario colectivo de toda mujer- tendría que ser de ensueño.

Al primer contacto sintió cómo algo entre sus muslos se cerró e impidió el paso de cualquier ente extraño. En este caso, se trataba del pene de su novio.

A esta contracción de músculos que Ana experimentó involuntariamente se le conoce como vaginismo, una patología que afecta a los músculos del suelo pélvico y del área perineal.

Aunque exista deseo o excitación durante o antes del acto sexual, estas contracciones inhiben la entrada de cualquier objeto o falo a la cavidad vaginal, la cual se ve afectada por espasmos que la contraen deliberadamente y produce dolor extremo al intentarlo.

Existe otro padecimiento semejante al vaginismo, pero en menor grado. La dispareunia es el dolor en las relaciones sexuales o en la penetración, sea por tampones, copas menstruales, dildos o por pene. La penetración es posible pero no es placentera y no es sólo cuestión de lubricación.

Por lo general, los síntomas más identificables de ambas patologías -y por las que se recomienda buscar ayuda profesional desde que se detectan- son:

  • Contracciones involuntarias en la musculatura pélvica que imposibilitan la penetración.
  • Dolor en vulva y/o en vagina, antes o durante el coito (si puede darse).
  • Poca lubricación en el área vaginal.
  • Escozor y sequedad.
  • Sangrado vulvar o vaginal.
  • Síntomas del tracto urinario (no confundir con infección).
  • Ansiedad y estrés en anticipación al coito.

Aunque dar una cifra concreta es muy difícil, de acuerdo con un artículo publicado en 2020 por la Revista Cubana de Medicina Militar, la frecuencia de vaginismo reflejada en la literatura internacional reporta que no rebasa el tres por ciento.

Por otro lado, la dispareunia es más común. Aunque su incidencia más alta se reportó en 22 por cada mil mujeres de 20 a 29 años, un estudio epidemiológico -citado en el mismo artículo- señaló que está presente entre 35 y 40 por ciento de la población general.

Testigo Púrpura realizó un sondeo a una muestra de 69 mujeres veracruzanas donde se les preguntó si en algún momento de sus vidas presentaron dolor o imposibilidad de penetración en las relaciones sexuales o al intentar tenerlas.

El 63.2 por ciento de mujeres entre 18 y 39 años aceptó haber tenido dificultades en las relaciones sexuales con penetración.

Entre las dificultades que se dan para la penetración, el 34.7 por ciento coincidió en que “siente mucho dolor al inicio”. Además, un 16.3 por ciento indicó que “el coito no le resulta placentero” y otro 16.3 por ciento indicó que “al terminar el coito le duele”.

Aunque esta condición no afecta de manera frecuente a la mayoría de las mujeres en su actividad sexual, a quienes sí les ha afectado no tienen idea de a quién o dónde recurrir, pues ni siquiera saben de qué manera nombrarlo.

Vaginismo y dispareunia: dos condiciones desconocidas

El 59.2 por ciento de las mujeres que respondió al sondeo mencionó que no conoce los conceptos “vaginismo” y/o “dispareunia”. 

No obstante, esta mayoría también mencionó haber presentado molestias durante la actividad sexual en algún punto de su vida.

Irma Tapia Jiménez, fisioterapeuta especializada en suelo pélvico, indicó que existe mucho desconocimiento del tema por parte de médica/os y ginecóloga/os y prácticamente la mayoría de sus tratamientos obligan a los pacientes a permanecer con esas patologías por el resto de sus vidas:

“Muchas veces por ser desconocido, tabú o por falta información es que los médicos no saben a dónde referirte”.

«Una educación sexual adecuada y a tiempo desde la infancia o adolescencia nos va a ayudar a conocer nuestro cuerpo, a tener confianza en ello y a conocerlo también». Irma Tapia Jiménez, fisioterapeuta

De acuerdo con la fisioterapeuta, el vaginismo puede considerarse como primario o secundario.

El vaginismo primario se refiere a la imposibilidad de penetración desde el inicio de la actividad sexual o incluso al tratar de introducir un tampón o copa menstrual, por poner algún ejemplo no relacionado con el coito.

La fisioterapeuta destacó que esto suele darse por una escasa educación sexual y por un entorno lleno de tabús en donde se habla poco sobre cómo funciona el cuerpo de las mujeres, situación que afecta principalmente de manera psicológica.

“Una educación sexual adecuada y a tiempo desde la infancia o adolescencia nos va a ayudar a conocer nuestro cuerpo, a tener confianza en ello y a conocerlo también”, enfatizó.

El vaginismo secundario, por otra parte, se presenta en mujeres que a pesar de haber tenido ya una penetración, después de alguna situación (enfermedad, infección o suceso traumático) propician la contracción de sus músculos e inhiben la penetración.

A diferencia del vaginismo, la dispareunia permite la penetración, pero no precisamente en un sentido placentero, sino con dolor.

Se presenta durante o después de las relaciones sexuales en el momento de la penetración y persiste si no se identifica o se le da seguimiento.

Irma Tapia resaltó que las principales causas fisiológicas de la dispareunia (que pueden derivar en vaginismo) pueden ser:

Ginecológicas: Infecciones pélvicas crónicas, quistes, endometriosis, Síndrome de Ovario Retraído, acortamientos quirúrgicos de vagina, miomas o malposiciones uterinas.

Urológicas: Infección crónica de las vías urinarias, cistitis intersticial y síndrome uretral.

Digestivas: Estreñimiento crónico, divertículos, colitis, ulcerosa y Síndrome de Colon Irritable.

Osteomusculares: Fibromiositis, hernias, sensibilidad anómala del músculo piriforme o del suelo pélvico.

Además de estos, están el que no haya una excitación adecuada o que haya lubricación vaginal deficiente, perimenopausia o posmenopausia o la existencia de tumores pélvicos.

Aunque existen tratamientos recomendados como el uso de dilatadores o los ejercicios de Kegel, las causas físicas deben ser determinadas por un profesional, según indicó la fisioterapeuta. Cada cuerpo es distinto y anticipar un tratamiento sin consulta puede ser contraproducente.

“Lo mejor es buscar a un fisioterapeuta de suelo pélvico. Muchas veces -a nivel médico- es muy infradiagnosticado y te dicen que vayas con un sexólogo o ginecólogo, pero la parte orgánica y muscular no la trabajan cuando sí se necesita”, recomendó Irma.

Muchas de las causas ginecológicas, según la fisioterapeuta, pueden disminuir la carga estrogénica y derivar en sequedad o irritación en la zona íntima.

“A consulta no llegan por dolor en las relaciones sexuales, en la exploración y en la entrevista que les hago hay un apartado en el que pregunto directamente si tienen dolor. Sí lo mencionan, pero está tan normalizado que no le toman mucha importancia”, mencionó Irma.

Otro detalle que resaltó fue la relación directa entre la mandíbula y los músculos para masticar con la musculatura del suelo pélvico:

“Generalmente, las personas que tienen vaginismo o dispareunia tienen también bruxismo (apretar o rechinar los dientes excesivamente). Entonces relajar la mandíbula ayuda también a relajar los músculos del suelo pélvico”.

El vaginismo y la dispareunia también pueden ser ocasionados por aspectos psíquicos o psicológicos. 

Donají Reyes, psicóloga y sexóloga que realiza su trabajo con perspectiva feminista, menciona que por el lado psicológico -tanto el vaginismo como la dispareunia- pueden darse por razones más relacionadas con la educación.

La anticipación al dolor generalmente suele ser la principal razón por la que los músculos del suelo pélvico se contraen puede venir de un repetitivo “dolor de la primera vez”, o “es normal que al inicio duela un poco”.

La reacción del cuerpo ante la entrada de un miembro extraño genera confusión y posiblemente, pánico o temor a ello. 

También, el temor al embarazo no deseado, una mala relación de pareja, desconfianza o incluso traumas derivados de abusos sexuales pueden ser los factores por los que estas patologías se presentan.

Para Donají, la palabra “disfunción” para referirse al vaginismo no es lo ideal. Aunque en sexología se maneja ese término, para ella incluirlo dentro del léxico hace referencia a que “ya no funciona”, cuando en realidad tiene tratamiento y se puede erradicar.

“Generalmente se presenta porque hay un miedo a expresar la sexualidad. Esto pasa mucho con las mujeres porque es a quienes más se les reprime la vida sexual desde la infancia, no existe conocimiento de su propio cuerpo y hay sentimientos de culpa al empezar a descubrir su sexualidad”, argumentó.

“En mi experiencia, considero que la dispareunia es más frecuente y que todas en algún momento lo hemos experimentado”, indicó Donají.

Agregó que la dispareunia también se da mucho en mujeres que usan métodos anticonceptivos hormonales, pues estos disminuyen la lubricación vaginal.  

Cuando llegan a consulta, lo primero que hay que hacer es descartar las afecciones físicas que puedan contribuir al problema. Explorando las posibles causas, se indaga entonces si hay ya una cuestión psicológica que atender. 

Donají recomienda que si la persona con dispareunia o vaginismo tiene pareja, que esto se trabaje desde la confianza con estimulaciones distintas a las que se dan normalmente.

Como sexóloga, además de la terapia también indica tratamiento con ejercicios pélvicos y el uso de los dedos para explorar la vulva y la entrada a la cavidad vaginal.

La penetración no lo es todo

Incluso antes de iniciar su vida sexual, Ana tuvo problemas para introducir tampones y hasta sus propios dedos.

Uno de sus mayores miedos era que su pareja de entonces no pudiera esperarla o tener conflictos por una condición para la que aparentemente no había solución.

Históricamente, la penetración ha representado para muchas generaciones un antes y un después en su vida sexual.

Durante años visitó foros de internet y se unió a grupos de Facebook con la esperanza de encontrar alguna cura milagrosa, algún ejercicio mental o físico que la ayudara, hasta llegó a considerar la hipnosis.

“Lloraba mucho por frustración, por impotencia. Todo mi círculo de amigas ya había experimentado eso y yo no sabía bien qué decirles o cómo responderles. Sentía que estaba como descompuesta”, indicó la joven de 23 años.

Históricamente, la penetración ha representado para muchas generaciones un antes y un después en su vida sexual.

“Estamos en un sistema falocentrista en el que decimos que sólo se tienen relaciones sexuales cuando hay penetración. Las relaciones sexuales están al tocarse, al besarse y muchas veces puedes tener placer sin llegar a la penetración tanto hombre como mujer, pero a nivel cultural no está concebido de esa manera”, resaltó Irma Tapia.

En el caso particular de Ana, luego de años de intentarlo, un día con su pareja actual logró la penetración sin pensarlo de manera previa o “prepararse mentalmente”.

Fue un “logro” fortuito que para ella representó una victoria ante ese dolor inexplicable que la aquejó durante años. Sin embargo, aunque con el paso del tiempo llegó a sentirse más cómoda durante el coito, el dolor no desapareció por completo.

“Digamos que después de mucho tiempo lo logré, pero a medias. Hasta el momento no he podido dejar de sentir dolor durante el sexo y siento que eso no me permite disfrutarlo al cien”, detalló la joven.

De acuerdo con Irma Tapia, si la dispareunia no se trata de manera adecuada, puede evolucionar a vaginismo. Y viceversa, como fue el caso de Ana.

“Cuando hay relaciones sexuales con dolor, va a llegar un punto en que esas musculaturas que se contraen -para protegerse- se van a cerrar y no permitirán el paso de nada”, mencionó Irma Tapia.

La penetración en sí no es algo infalible para disfrutar plenamente de nuestra sexualidad. El sexo sin penetración puede darse a manera de besos, masajes, el uso de juguetes sexuales y la masturbación y lo mejor es que pueden realizarse a la par sin necesidad de penetración vaginal.

Sin embargo, existen procedimientos como las revisiones ginecológicas que requieren de una exploración más profunda con el uso de instrumentos en la cavidad vaginal y que, por esta condición, no pueden ser introducidos.

Esta patología, además de dificultar o impedir la realización del coito, genera estrés y ansiedad por la presión de no poder tener relaciones sexuales de manera tradicional.

La violencia sistémica a la que las mujeres estamos sometidas desde tiempos remotos es una de las principales causas por las que no nos aventuramos a explorar nuestro cuerpo, asegura Donají Reyes, así, se impide el descubrimiento sexual de miles de mujeres o personas con vulva que tienen el deseo de experimentar relaciones sexuales sin dolor o lograr un embarazo.

La poca o escasa información que existe en canales oficiales impide que muchas mujeres que tienen problemas pélvicos o psíquicos acudan con profesionales que puedan remediarlo.

Irma Tapia hace su parte. Recientemente, a través de su cuenta de Instagram Pelvis en Movimiento, busca difundir información sobre las afectaciones del suelo pélvico tanto en hombres como en mujeres. Esto es un gran paso para una patología que continúa silenciada, como en algún momento lo fue el disfrute de la sexualidad femenina.

Probablemente, este texto no tenga la solución definitiva a algo que muchas callan, pero de alguna manera podrá ampliar la ya de por sí escasa educación sexual que recibimos en la escuela o en los hogares tradicionales.

SEM-TestigoPúrpura/ach

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