Tenemos que reconstruir nuestra vida, pero todavía no puedo: Lorena Gutiérrez

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  • Cada día y cada noche es una lucha por encontrar el camino para que nadie olvide a Faty y a Dany
  • Somos enemigas del sistema patriarcal, así nos ven por exigir justicia

Soledad Jarquín Edgar

SemMéxico, Cd. de México, 5 de marzo, 2024.- La negligencia médica en cuatro hospitales de Nuevo León le costó la vida a Daniel Emiliano Quintana Gutiérrez hace más de tres años, un 24 de noviembre.

Daniel Emiliano tendría hoy 20 años, siendo un niño descubrió parte del cuerpo de su hermana Fátima Viridiana semi enterrado, la niña había sido asesinada poco antes por tres vecinos.

Su madre, Lorena Gutiérrez Rangel lleva a cuestas dos cruces. Una por Fátima y otra por Daniel. Sus días son de lucha en todos los espacios posibles para exigir a un Estado mexicano que “parece poner oídos sordos” a la justicia.

Ella, Lorena Gutiérrez se ha convertido en una mujer emblemática en ese esfuerzo que varios cientos de madres, abuelas, hermanas o hijas realizan para acabar con la violencia machista contra las mujeres. Su insignia son sus propias hijas e hijos.

Lorena Gutiérrez Rangel nació hace 55 años en la Ciudad de México, el sitio al que emigraron tanto sus abuelos maternos procedentes de Guanajuato, como sus abuelos paternos que llegaron de Zacatecas.

La segunda hija de una familia de seis hermanas y hermanos, quiso ser Bióloga de profesión, pero tanto su mamá como su papá decidieron que no, que mejor estudiara para secretaria bilingüe. Ella rechazó la idea y estudió Estetismo, lo que la llevó a trabajar en un conocido club deportivo en una privilegiada zona de la capital mexicana.

Es curioso, dice, cuando recuerda el nacimiento de sus tres primeras hijas e hijo -Ximena, Janet y Omar-, tras lo cual “se ligó”, por lo que diez años después fue grande su sorpresa al descubrir que estaba embarazada. Acudió al hospital y le dijeron que era “prácticamente un milagro”, milagro que se repitió casi dos años después. Fue así como recibió a los dos más pequeños Fátima y Daniel.

Su vida “normal” y feliz se derrumba un 5 de febrero de 2015 cuando su pequeña Fátima, entonces de 12 años de edad, es asesinada por tres vecinos en la población de La Lupita Casas Viejas, en Lerma, Estado de México. Después de ese “aberrante hecho”, Lorena Gutiérrez encerró a la mujer que era para convertirse en otra. Terminó su vida personal, dice ella misma.

Pero la tragedia volvió a su vida, cuando ella y toda su familia se encontraban desplazadas en Nuevo León. Ahí, les alcanzó nuevamente el dolor un 24 de noviembre de 2020. Daniel Emiliano, el más pequeño de la familia, falleció a consecuencia de negligencia médica, al no recibir atención adecuada y pronta en cuatro hospitales de esa entidad: Regional Materno Infantil de Alta Especialidad de Guadalupe; el Hospital San Vicente; el Hospital Universitatio (UANL) “Dr. Eleuterio Gónzález” y el Hospital Psiquiátrico de la colonia Buenos Aires, estos tres últimos ubicados en Monterrey, Nuevo León.

¿Y la justicia?

A nueve años de distancia, Lorena sigue en pie de lucha porque la justicia es incompleta. En el caso de Fátima, dos de los perpetradores están privados de su libertad: José Juan Hernández, “el narcoasesino” interpuso recientemente un amparo a la sentencia de prisión vitalicia, argumentando una supuesta violación al debido proceso y busca ser declarado inocente. Luis Ángel Atayde Reyes está sentenciado a 78 años ocho meses. Mientras que Josúe Misael Atayde Reyes, entonces menor de edad, salió libre en 2022 tras cinco años de detención en un centro de justicia para menores.

Para Daniel tampoco hay justicia. Exceptuando una recomendación emitida por la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Nuevo León. Siguen impunes los médicos y médicas que mal diagnosticaron unos y otros suministraron medicamentos inadecuados otros en los cuatro hospitales, porque no hay en Nuevo León un `perito gastro´. La negligencia médica derivó que en unas horas el niño de 16 años falleciera desangrado. Además, ese personal médico maltrató y revictimizó a Lorena una y otra vez.

Lorena la mujer que busca justicia

Duerme poco y tarde cada noche, horas en las que se queda pensando qué hacer para ayudar a encontrar la verdad y la justicia, mientras un zumbido fuerte y permanente le taladra un oído (tinitus), el único que no reventó ni perdió, tras la dolorosa pérdida de su hija.

“Me desespero cuando no tengo una idea para que no se olviden Fatiy y Dany”. Sus madrugadas buscan ¿qué más subir a las redes sociales? ¿quién me podrá apoyar? El final de cada día es un nuevo principio, siempre encuentra qué subir y qué decir y vuelve a empezar.

Al final, después de nueve años, nada de lo que ha hecho ha funcionado, no hay justicia, dice con un tono de desolación en su voz.

Luego, deja a Dany a y a Faty detrás y sostiene que en México siguen asesinando y despareciendo mujeres cada día, tiene una cuenta, la irreversible, que indica que en estos nueve años más de 40 mil mujeres han sido víctimas del feminicidio, pero deben ser más porque de muchas nada sabemos, y cada día los perpetradores emplean más crueldad, dice.

“La impotencia te invade cuando te das cuenta que parece que a nadie le importa lo que está pasando y esa impotencia me da para abajo”.

El dolor emocional o físico lo reciente el cuerpo, impacta en la salud cuenta Lorena quien durante estos nueve años ha estado en terapia psicológica, porque la salud emocional es muy importante y hoy enfrenta su discapacidad auditiva mediante aparatos especiales.

Impotencia y daños

A pesar de todo, tenemos que tratar de reconstruir nuestros proyectos de vida, aunque reconoce que ella todavía no puede.

Me siento impotente, el daño que el sistema de justicia patriarcal nos ha hecho es inmenso. Sobre nosotras, las madres, los padres, el sistema aplica todas las violencias institucionales, nuestros derechos son pisoteados y nadie vuelve la vista hacia nosotras.

Por eso mi día a día es levantarme y acostarme pensando en qué hacer para lograr la justicia para Faty y Dany, porque cuando eso suceda, finalmente, podré descansar, sin sentirme frustrada.


Las madres no somos las enemigas, ni competimos entre nosotras, tenemos que ver bien claro dónde están y quienes son nuestros enemigos, porque son otros, a nosotras nos obligaron a estar aquí, conociendo de otra manera la miseria humana y al sistema patriarcal que nos sigue haciendo daño.

Contra ese sistema tenemos que luchar cada día, un sistema perverso, corrupto, traidor, donde otros decidieron tomar la vida de nuestras hijas, donde otros nos niegan la justicia. Ellos son nuestros enemigos, el sistema para que por exigir nuestro derecho a la verdad y la justicia, nos ve como sus enemigas.

Sem/sj

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