* Como efecto de la crisis económica agravada
* El peso de la doble y triple jornadas
Sara Más
SemMéxico/SEMlac,
La Habana, 30 abril, 2020.- Cuando la vida se recoge en el mundo por el avance
de la COVID-19, en su casa del Vedado, en La Habana, Cary acoge y protege a sus
dos nietos, casi a tiempo completo.
Es jueves y su rutina de anciana sin obligaciones laborales experimenta un giro total por estos días: nada de soledad, tranquilidad ni siesta después de almuerzo. En el pequeño apartamento reinan las voces infantiles que demandan entretenimiento, alimentos y atenciones.
La abuela se ocupa del cuidado de sus nietos ante la emergencia, aunque se nota
agobiada. «No es fácil: ellos no se cansan, pero yo me agoto; ya no estoy
para estos trajines», reconoce a SEMlac la jubilada de 73 años.
Pero Cary lo asume porque las madres de los niños están trabajando. Ellas son
de las imprescindibles en este minuto, de las que no pueden quedarse en casa.
«Mi nuera es enfermera y mi hija está de turno en la farmacia»,
explica y añade que entonces a ella le toca «la retaguardia».
En días de la COVID-19, las medidas de
contención y cuidado empujan a recogerse en las viviendas, donde ahora las
familias se agrupan a buen recaudo, incluidas niñas, niños, adolescentes,
jóvenes, personas ancianas y que precisan de cuidados, esta vez en condiciones
especiales: con medidas estrictas de aislamiento, movilidad e higiene.
El panorama es difícil, además, porque faltan productos de primera necesidad,
alimentos y artículos de aseo, como efecto de la crisis económica agravada en
los últimos meses por las sanciones económicas de Estados Unidos a
la nación caribeña.
Entre otras disposiciones, han cerrado las escuelas y se fomenta el
teletrabajo, que «tributa directamente al aislamiento social que requiere
la situación actual en el país, debido al nuevo coronavirus», señaló la
ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó.
Las madres, tías, hermanas y otras mujeres que están en casa cuidando a la
familia y las que desde allí trabajan a distancia, sienten más fuerte el peso
de la doble y triple jornadas, aunque cuentan con la protección de salario
total el primer mes y el 60 por ciento a partir del segundo.
La situación agrava un panorama que ya existía: las mujeres son mayoría entre las cuidadoras, quienes hacen las tareas del hogar y sostienen la reproducción de la vida en
las familias.
Datos de la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (ENIG), de 2016,
denotan la persistencia de brechas de género en la carga total de trabajo de
hombres y mujeres.
Como promedio, ellas dedican en una semana 14 horas más que los hombres al
trabajo no remunerado, aunque estén ocupadas en la economía, señala el estudio
realizado por la Federación de Mujeres Cubanas y la Oficina Nacional de
Estadísticas e Información.
Ese esfuerzo lo destinan a actividades como: planificación, preparación y
servicio de comida, limpieza e higiene de la vivienda, lavado y planchado de
ropa, así como reparaciones textiles.
Pero las brechas se amplían todavía más en los cuidados, según la misma fuente,
con predominio de mujeres cuidadoras (25,78 %) respecto a los hombres (12,26
%), en tareas de atención, asistencia y cuidados a niñas, niños, adultos
mayores y personas con discapacidad.
Esa sobrecarga se intensifica en medio de los desastres naturales y otras
contingencias, alertan especialistas.
«El coronavirus ha puesto a la luz desigualdades diversas y la centralidad
que una vez más cobran los cuidados, al tiempo que reafirma la urgencia de
promover análisis y respuestas interseccionales, con justicia de género»,
suscribe en comentario a SEMlac la psicóloga Yohanka Valdés Jiménez.
En la nación caribeña, 37,4 por ciento de las personas de 50 años y más que
alguna vez trabajaron dejaron de hacerlo por alguna razón diferente a la
jubilación, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Envejecimiento de la Población (2017).
De ese grupo, más mujeres (25,2 %) que hombres (5,5 %) dejaron de trabajar para
encargarse del cuidado de otras personas.
Esa práctica sigue muy arraigada, además, en los imaginarios sociales y
personales. A la hora de escoger, la mayoría de las personas con 50 años y más
edad (57 %) prefiere ser cuidada por mujeres, al 35 por ciento les da igual y
solo poco más del cinco por ciento se decantó por los hombres, precisa el
estudio.
En opinión de Valdés Jiménez, la invisibilidad tradicional de los cuidados
lleva a pensar y parecer que alguien estará en casa para solucionarlo y
encargarse de todo.
Sin embargo, «es imposible asumir que quedarse en casa con los roles
tradiciones de cuidados asignados por ser mujer, más las demandas por el lado
de los empleos remunerados, pueda llevarse a cabo sin la corresponsabilidad de
los Estados, los hombres y los centros laborales», sostiene la
especialista.
El tema ha salido a relucir en más de un comentario en medios de comunicación y
redes sociales, en estos tiempos de emergencia, cuando se impone preservar la
salud y la vida a toda costa.
«No es mito. Las crisis de salud, como la generada por la COVID-19,
afectan a hombres y mujeres de distintas formas y a menudo exacerban las
diferencias de género», advierte la periodista Dixie Edith Trinquete.
«Aunque el nuevo coronavirus no tiene preferencias de sexo, una vez más
las mujeres reciben impactos diferenciados frente a la pandemia. Para ellas,
por ejemplo, recluirse en casa con la familia representa, no solo aislamiento,
también mucho más trabajo», asegura en la columna Letras de género, de Cubadebate.
Otra de las voces enfocadas en estos análisis es la de la feminista y académica
Aylin Torres Santana, para quien la declaración de cuarentena y el
#QuédateEnCasa generan nuevos desafíos.
«Podría ser el momento, desde el centro de la catástrofe, de pensar en una
nueva ética del cuidado y no en una épica que realicen unas y no otros»,
argumenta la investigadora en su artículo «Cuidar,
cuidarse, que nos cuiden en tiempos de COVID-19».
Torres Santana invita a pensar entonces en «una ética colectiva,
solidaria, institucional y socialmente responsable, más justa, más digna. Una
ética de la ‘ciudadanía'», concluye.
SEM-SEMlac/sm