Murió la Embajadora Aída González. Le rindo honor a esta mujer precursora que puso la primera piedra del edificio de la política pública para la igualdad de las mujeres. Ella fue quien impulsó la elaboración de la Convención para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) acompañando el proceso hasta su adopción en 1979. Lo nutrió después a lo largo de 18 años más. Transitamos juntas por el primer Consejo Consultivo del Inmujeres (primer lustro del siglo) del que yo fui la primera presidenta. Doña Aída no se reconocía como feminista, pero lo fue. La quise, la obedecí en muchos momentos en que tuve ocasión de apoyar en las cosas que organizaba desde la Secretaría de Relaciones Exteriores. La consideraba mi mayor, la mujer que me enseñaba. Sé que me apreció.
Olimpia Flores Ortiz
SemMéxico. Cd. de México. 31 de enero 2022.- El confinamiento nos lleva hacia el silencio. La pantalla también. Hablar para sí misma/mismo/misme, ese soliloquio es silencio. Un silencio crónico que cancela la posibilidad de civilización.
Los entornos sociales contemporáneos se pueblan de silencio. Se cancela toda la potencia expresiva del lenguaje, toda posibilidad del escrutinio, de claridad, de abrir, de construir; y de creación que enigmáticamente viene de la fusión del silencio con el lenguaje. Para que se manifieste el lenguaje, tiene que haber silencio.
Es la conversación la que hace lenguaje. La interlocución nos permite conocernos en el pensamiento de los otros expresados con lenguaje. Conversar es lo humano. La conversación y la naturaleza humana, son un correlato.
Incluso podemos hablar sobre el silencio, pero no lo podemos definir. No hay nada que significar en la inmaterialidad del silencio.
El silencio en tanto enigma, entraña una paradoja, pues la condición creativa del lenguaje, se produce en su vinculación con el silencio. Esta es la revelación que me hizo el polifacético lingüista y filósofo Raymundo Mier a quien gozosamente le escuché este sábado su conferencia en vivo precisamente sobre “El silencio” hospedado por Praxis Psicoanalítica en su página https://www.facebook.com/PraxisPsicoanalitica1/videos/268475838569608
Nombrarlo todo -sigue diciendo Raymundo, pues lo que escribo va saliendo de mis notas- es inabarcable porque así es el infinito. Requeriría de conocer de todo lo nombrable. Imposible.
En realidad nos valemos de sólo un manojo de palabras del infinito de todo lo nombrable -por más ilustrada que sea una persona, o erudita del lenguaje. La cualidad del lenguaje es hacernos posible la apertura; por medio de él se sale de sí, voy hacia afuera.
Más potencias de significaciones en ese ir hacia afuera, quieren más amplitud del lenguaje. El pensador nos hace notar con elegancia, que a México hoy se le gobierna con 18 palabras del universo inacabable.
El enigmático silencio, eso que no es en sí, viene a ser constituyente del lenguaje que no es sin el silencio. Es el silencio el que nos descubre al lenguaje. ¡Gran paradoja!
La lengua, es silenciosa en sí misma, cobra vida cuando alguien la habla; mientras no se habla la lengua, ésta no está en ningún lado.
Dice Raymundo que el silencio es al mismo tiempo ritual y contingente. Aún cuando cada persona tenga su particular modo de hablar, cada vez que habla se produce un acontecimiento, que lo es por siempre nuevo.
Haciendo el símil con la pintura, con relación al cuadro, es el borde el que hace a la materialidad de la pintura, y carece de logos. La différance derridiana, para Raymundo queda clara en este no tener materia del borde que es lo que diferencia al cuadro de lo que no es el cuadro. El borde no es nada, pero sin el borde el cuadro no es.
Para cerrar el argumento, es en el pensamiento del otro en conversación conmigo que encuentro mi sentido. ¿Cómo podrá reconocerme si no? ¿Dónde me descubro? No renunciemos a la conversación, asumamos su potencial creativo. Conversar hoy por hoy es resistir. Podría también ser revolución.
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