Elena Garro: ¿Un mito?

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 Ana María Hernández López*

NOTA DE LA REDACCIÓN 

Un homenaje a una mujer extraordinaria. Murió en Cuernavaca, Morelos el 22 de agosto de 1998, (hoy 2022, cumple 25 años su partida) Texto publicado por Cuadernos Feministas, No. 2, 1997

Nació en 1916 una de las voces más relevantes de la literatura mexicana del siglo XX. Poeta, dramaturga, periodista y memorialista. Su primera novela Recuerdos del porvenir, (1963), distinguida con el Premio Xavier Villaurrutia; Premio Grijalbo en 1989, el Sor Juana Inés de la Cruz y el de Bellas Artes de Narrativa Colima por Obra reunida, en 1996. La fuerza poética de su lenguaje, su estilo original, su prosa descarnada, fueron parte del sello creativo de una escritora que, pese a la turbulencia de su vida, dejó una obra extraordinaria.

“Me pides algo terrible: que me recuerde a mí misma cuando ya me había 
 olvidado.
Para sobrevivir en mi reino de sombras había cerrado la puerta a la memoria”.2

En alguna revista leí que toda reflexión crítica tiene un carácter eminentemente personal. Mi interés por Elena Garro es a dos niveles, uno literario y el otro como mujer; es decir, conocer las causas que hacen de Elena un personaje mítico. Encuentro en ella vivencias que la hacen resaltar como escritora y mujer. Es sorprendente asomarse a la historia de una persona y encontrar tantas y tantas interrogantes, misterios que envuelven su vida, sus pasiones, amores y frustraciones. Rodeada de un ambiente lleno de libertad que propició desde su infancia, un desenvolvimiento libre, colocando corazón e imaginación en cada momento vivido. Una trayectoria de vida que sale de lo cotidiano, del “debe ser” femenino, en fin, una forma distinta de ser mujer en su época.

La distinción estriba en haber asumido una actitud que más que responder a una tradición, a un estereotipo, respondía a un espíritu aventurero y rebelde. Siempre confrontó sus ideales, quizá por ello y ante un código social que valora de muy distinta forma su proceder, es que concluye que todo en su vida fue equivocado. Y, sin embargo, Elena se convirtió en la imagen de una mujer que superó atavismos y obstáculos, tanto sociales como políticos, en aras de realizarse como mujer y como escritora en un siglo XX plagado de grandes cambios.

Todo aquel que se acerque a la vida de Elena Garro encuentra un paralelismo entre su obra narrativa y su vida; pareciera que por momentos se funden como una sola. De ahí, quizá, que Elena cuestionara su obra artística, como si de esta forma pudiera borrar y dejar de lado pasajes que le son desagradables. Durante su vida una constante fue la encrucijada, lo inevitable y paradójico cuando tenía que tomar decisiones, por ello solía decir que “siempre eligió el camino equivocado”, y sólo quiso rescatar de su memoria aquellos momentos y recuerdos que le dieron vitalidad y alegría.

Muy al estilo de su novela Los recuerdos del porvenir, pareciera que la vida de Elena ya estaba escrita, pero no en un libro del destino, sino plasmada por su propia mano. Su largo exilio, mucho antes de que pasara, pudo haber sido narrado de la siguiente manera: “quedé fuera del tiempo, suspendida en un lugar sin viento, sin murmullos, sin ruido de hojas ni suspiros. Llegué a un lugar donde los grillos están inmóviles, en actitud de cantar y sin haber cantado nunca, donde el polvo queda fijo a la mitad de su vuelo y las rosas se paralizan en el aire bajo un cielo fijo. Allí estuve”.

Después de la lectura de las diversas entrevistas dadas por Elena, nos surge una pregunta: ¿por qué Elena es tan severa consigo misma?, ya que a la pregunta que le hacen: ¿si pudiera corregir algo de su pasado qué corregiría, Elena responde: “Uh, qué barbaridad. Corregiría todo. Creo que me he equivocado en todo».3

Según Elena garro, la fatalidad, el destino, el camino sin alternativas, está marcado en la vida de cada persona. Y esta idea se muestra en sus novelas y cuentos. Un ejemplo lo tenemos en las primeras páginas de su novela La casa junto al río, donde el narrador o narradora, que puede ser ella, nos ubica en el espacio y en el tiempo con la siguiente aseveración: “Las tragedias se gestan muchos años antes de que ocurran. El germen trágico está en el principio de las generaciones y éstas, como los caballitos de las ferias, hacen la ronda alrededor del tiempo, pasan y nos señalan […] Consuelo lo sabía. Sin embargo, sólo le quedaba ir al encuentro del pasado remoto que estaba en su memoria”.4

Y nuevamente nos preguntamos ¿qué sucesos llevaron a Elena a tener tal sentimiento trágico de la vida? ¿Qué la hizo alejarse de su país, qué aconteció en su vida que cambió la forma de ver a la sociedad, al mundo que la rodeaba? Antes de su salida, de su autoexilio Elena había incursionado en la literatura, tanto en la dramaturgia como en la narrativa, ejemplos de ello los tenemos en su obra de teatro Un hogar sólido y en su novela Los recuerdos del porvenir, y en ambos la escritora recreaba los temas y personajes con un estilo alegre y espontáneo. A pesar de las fatalidades que sufren los personajes, se apuesta a los valores como la infancia, la belleza, el amor y la esperanza, muy distinto del discurso y estilo narrativo utilizado en sus novelas posteriores, que coinciden con el exilio, donde sus personajes adoptan una actitud, podríamos denominarla nihilista ante la vida. En esta etapa de su experiencia creadora, según Elena, muchos valores universales están distorsionados y han sido usurpados por unos pocos y sólo para su beneficio.

Acercarse y conocer a Elena no es tarea fácil, por ello no queda otro camino que ir en la búsqueda de su historia y de las huellas que fue dejado en la memoria de todos aquellos que la conocieron como mujer, escritora, madre y esposa. Lo encontrado en este primer acercamiento y que narramos a continuación, comenzará al revés, jugando con el tiempo, exponiendo algunas de las vicisitudes de su vida.

El regreso

Lola se sentía muy deprimida. sin ganas de comer, ni de moverse, tendida en la cama, con la barbilla apoyada sobre las manos simulaba dormir, pero al menor ruido abría los ojos y se estremecía. Estaba tan cansada de huir y esconderse, que a veces se le ocurría que morirse era lo mejor que podía ocurrirle.
– Andamos huyendo Lola… ¿para qué? – le preguntó a aquella desvalida. Los agradables fantasmas de su infancia: golosinas, juegos, y jardines, le parecieron banales, abolidos. Ese mundo ya no existía […].5

Corría el año de 1991, el regreso no fue fácil, había que vencer temores e incredulidad después de haber estado en el centro de grandes polémicas que, para fortuna del país, ya habían desaparecido. Ahora Elena Garro está en México. Si antes de ese año nadie sabía o podía dar cuenta sobre la escritora, de un momento a otro fue noticia de primera plana, los más importantes periódicos del país dejaron prueba de su regreso. 1991 fue el año de Elena, fue renacer en su país, del comienzo a ser reconocida como una de las dramaturgas y narradoras más importantes de México.

Se fue en 1969, y después de 22 años de ausencia, en un caminar que la llevó a vivir inicialmente en Estados Unidos, luego en Madrid y, finalmente, en Francia, decidió participar en un homenaje que se realizó como parte de la XXI Muestra Nacional de Teatro, en el estado de Aguascalientes. La convencieron para este primer encuentro con su tierra natal José María Fernández Unsaín y René Avilés Fabila. Y la labor no fue en balde, Elena fue recibida por un gran público y algunos amigos, las crónicas periodísticas destacaban que volvió a mezclarse con su gente, y que, a pesar de su larga ausencia, seguían considerándola la mejor dramaturga mexicana. El director del Instituto Nacional de Bellas Artes, Rafael Tovar y de Teresa señaló: “Elena Garro es sin duda una figura literaria que merece todo nuestro respeto y admiración como mujer, escritora y figura de la cultura mexicana del siglo XX».6

Elena Garro regresó al México de sus recuerdos, y resultaba extraño que expresara: “Morir es también llegar a una patria extranjera’”.7 Muy probablemente sea por las veces que tuvo que llegar a un país sin que en realidad fuera ese su deseo. Antes de volver a México albergaba temores y reticencias, sin embargo, a decir de los artículos que relatan su llegada y primera estancia en México no se tuvo la presencia de ningún representante de alguna institución cultural del país, pero la respuesta de sus lectores fue motivador, por lo que Elena concluyó “ya se me quitó el miedo”.8

Elena Garro, como señala Fernando de Ita, es una especie de Ulises femenino en su regreso a su Ítaca-México, después de persecuciones, calumnias, odios, ataques, miserias, y una vez que ha sorteado todos los peligros, ha podido regresar con su prestigio considerablemente aumentado y llena de la admiración de sus lectores. Pero después de haber vivido tantas dificultades en el extranjero, su espíritu libre y crítico aflora y comenta: “el gobierno actual ya no es revolucionario, es una burocracia que sigue su caminito, que no innova”. También se evidencia un cierto resentimiento hacia todo lo que es institución, consagración o fama. Elena tiene una opinión sobre la intelectualidad mexicana, que según sus apreciaciones la abandonó en momentos cruciales en su vida.

Exilio o autoexilio

Andábamos huyendo Lola de la tinta funcional, entre otras cosas. ¿Lo recuerdas Lola? Abajo, los kioscos continúan abiertos a pesar de ser las once de la noche. Aquí no hay hora ni hay relojes. Tampoco existen los decretos, ni las guillotinas de las imprentas. Dormiremos sobre las nubes que forman inesperados jardines. Petrouchka juega con las llaves de san Pedro y no permitirá jamás que entre una ‘cabeza bien pensante’. ¡Los pillastres son muy inteligentes! Petrouchka se revuelca alegre y grita, después de tantos años de silencio... ese silencio, Lola, que sólo conocen las Minervas, las reinas y las Personas Marginadas… 
Claro que no sabemos de quién huimos, Lola, ni por qué huimos, pero en este tiempo de los Derechos del Hombre y de los Derechos es necesario huir y huir sin tregua, Lola, lo sabes…9

La indefinición, la oscuridad, el dejar de existir, vivir en las sombras. Al huir Lola, hacemos camino y la fuga puede llegar a ser un destino y un llamado, un hecho que es necesario asumir una y otra vez.

¿De quién, de qué andan huyendo la madre y su hija? ¿Qué es eso, quién es el individuo que las ha llevado a hacer de su existencia una salida, una fuga? Preguntas sin respuesta, no hay nada que compruebe que Elena Garro fuera expulsada del país, por ello, lo del exilio siempre fue visto como un autoexilio, al sentirse expulsada del paraíso de la intelectualidad mexicana. El tema de la huida, tan presente en la narrativa de Elena Garro, es la posibilidad de ser nombrada, espiada, perseguida, ser despojada del nombre y de sus atributos. La huida se muestra como un castigo, como la penitencia de un pecado, es así como Elena asume su cristianismo y se condena ella misma, y la huida se convierte en su única salida. En su afán por encontrar respuestas a lo sucedido en su vida, no duda en creer lo que le dice su carta astrológica:

Marte en la Casa Décima indica separación de la familia natal y la búsqueda de la independencia se produce de modo brusco e iracundo a causa de la voluntad no siempre dominada por el raciocinio. Esto queda reforzado por la presencia de Plutón en la Segunda Casa, que tiende a arrancar al individuo del ambiente habitual para proyectarlo hacia lo nuevo, lo desconocido y lo arrastra a situaciones peligrosas. Para resumir: Uranus en la Casa Doce marca una fuerte tendencia a colocarse fuera de la Ley y a una repentina pérdida de la reputación.10

Elena Garro, junto con su hija Elena Paz, enfrentó un prolongado caminar en medio de circunstancias difíciles. El libro de cuentos Andamos huyendo Lola, es fiel testimonio de su deambular. Su vida se volvió casi un enigma. Se decidió por un enclaustramiento, los amigos dejaron de saber de ella, su nueva actitud ante la vida era el mutismo. Por ello cuando decide reiniciar su amistad con Emmanuel Carballo, en su carta de respuesta nos permite conocer hasta qué punto sus relaciones amistosas fueron también desquiciadas por aquel suceso político de 1968 que marcó el devenir de sus decisiones. Tuvieron que pasar 20 años para que Elena fuera reivindicada. Regresó con su familia, con sus amigos y, sobre todo, con el reconocimiento de ser una escritora.

Elena espejo de Elena

Sí, su memoria perdida era azul, sembrada de torbellinos de nieve, de ventiscas, de astillas de cristal y espirales de granizo. Tal vez existían memorias de colores diferentes. Había memorias verdes como madreselvas y memorias rojas como los trajes de los cardenales. También había memorias amarillas como los girasoles o las túnicas de los monjes budistas. Ella los había visto y sus figuras alargadas guardaban en el centro de una mandarina congelada bajo un torrente de jacintos... Dionisia no estaba muy segura de cómo eran las memorias de los otros, sólo estaba segura de cómo había sido la suya antes de perderla para siempre. Miró el cuarto iracundo y supo que guardó su memoria mientras fue ella misma. Después sucedió la catástrofe y olvidó. Vagamente recordó el tiempo de cristal, el tiempo celeste: ‘Si se acaba la luz se acaba el tiempo’, se dijo y trató de hallar refugio en el recuerdo de aquella luz perdida, para escapar a la palabra ‘mierda’. Mientras pudiera recordar un trozo de la luz perdida, existiría.11

Elena rescatará de su memoria todo lo que para ella representa la felicidad y de ello lo más representativo fue su infancia. En sus obras construye un mundo de ficción en el que da prioridad al sentimiento sobre la razón y en el que la sensibilidad adquiere peso. Elena Garro nació un 12 de diciembre en Puebla, ahí trascurrieron sus primeros años, sus padres: José Antonio Garro y Esperanza Navarro. Familia con recurso económicos que le permite inculcar en los hijos la pasión por la lectura, el juego, la imaginación, el amor a los animales, el baile, la música. Para Elena, sus padres fueron dos personas que vivieron fuera de la realidad, dos fracasados que llevaron a sus hijos al fracaso. Aunque siempre reconoce que sus padres le permitieron desarrollar su verdadera naturaleza ser una “partícula revoltosa”. La familia se trasladó de Puebla a Iguala para que los hijos pudieran estudiar. Elena retrata de la siguiente forma sus experiencias en Iguala: “Era muy feliz de niña. Vivíamos en un caserón muy grande, que tenía jardín, corrales, dos pozos, mi papá nos regaló un burro y a mi hermana Estrellita una vaca y andábamos en burro en la casa o por todo el pueblo. Para mí esa era la felicidad y cuando salí de allí, la dicha se acabó y nunca la he vuelto a experimentar en forma tan completa … será que como de niño no conoces el mal, todo lo ves natural”.12

Las circunstancias de la vida la llevaron por caminos no buscados, no queridos, siempre persiste una situación inusitada. Si Elena de niña nunca dejó que sus sueños fueran truncados, entonces por qué Elena adulta se deja arrastrar por vertientes ajenas a su voluntad. Después de su niñez, comienza para Elena un combate para ser ella, para llevar a cabo los dictados de su corazón, que persistirán hasta su regreso a México. Elena es una la mujer sensible, más inclinada hacia actividades creativas, que políticas: “Yo quería ser bailarina; mi vocación era el teatro; lectora, mi profesión».13

Primero fue periodista. Después se dedicó a la escritura incursionando en la novela y el teatro, actividad que ya no dejará. Está sentenciada por su historia a convertirse en una leyenda. Su narración crea mundos fantásticos, ambientes caóticos, espacios de varias dimensiones que finalmente son la conclusión que hace, según nuestro punto de vista, de su vida. Como hemos señalado, el destino ha jugado en su vida, sus fantasías vuelan más allá del inconsciente y dan muestra de las posibilidades de respuesta ante acontecimientos que están por venir. Se aferra a su infancia, su memoria quedó estancada en ese espacio, en ese tiempo. Todo lo demás se quiere arrancar, borrar, no hay voluntad de enfrentarlo, por lo tanto, huye, se pierde en los demás, en las ciudades modernas y cosmopolitas, con sus mares de individuos, donde la indiferencia y la individualidad son las leyes de la vida.

[…]Gracias a una amiga que me leyó Los recuerdos del porvenir y me hizo una pregunta, me di cuenta de que yo misma había escrito mi suerte, lo cual comprueba mi teoría: la memoria del futuro es válida. ¡Pero me ha fastidiado y estoy cambiando todos los finales de mis cuentos y novelas inéditos para modificar mi porvenir!… Aunque, pensándolo bien, las cartas están echadas, ¿crees que pueda recoger los dados?”.14

En efecto, Elena Garro no pensaba ser escritora, su carrera literaria inicia en edad madura, casi a los 38 años, cuando salió publicada su primera novela Los recuerdos del porvenir. Ella quería ser bailarina, a los 17 años fue coreógrafa en la UNAM, el director era Julio Bracho. Pero, a decir de ella, el matrimonio truncó este camino, aunque su única razón para casarse había sido poder tomar café, y señala que nunca pensó realmente en casarse. Esta alusión al matrimonio es de las primeras respuestas que tuvo Elena sobre tener objetivos distintos de los que eran los determinados para las mujeres de esa época. A los 16 años solía decir que el mundo ofrecía demasiadas atracciones como para encerrarse en una casa con un desconocido. Igualmente, en alguna entrevista comentó que como mujer a ella nunca la habían discriminado, “pero sí creo que la gente es capaz de discriminar a una mujer; el hombre no la respeta”.15 Sin embargo, también comentaba: “Un día me casé, abandoné a mis maestros: Julio Jiménez Rueda, que me pronosticó éxitos literarios; Samuel Ramos, gran maestro; Hilario Medina y su rigurosa historia universal; Salvador Azuela, a quien apreciaba mucho…”.16

Entre su visión de la vida y los roles que deben jugar hombres y mujeres dentro de una sociedad como la mexicana, existe una distancia enorme. Esta actitud no surge de ningún proceso de concientización acerca del feminismo y el papel que tienen que jugar las mujeres, nace fundamentalmente de lo que ha vivido, pero sobre todo de lo que fue su infancia en ese ambiente de libertad, creatividad, de juego, que en algunos momentos ella lo definió como el paraíso: “Eran tiempos felices, aventureros y gloriosos. Ésa era mi familia paterna, muy corta pero muy igual, todos éramos uno, desde los mozos: don Félix, Rutilio, Antonio, las muchachas Fili, Tefa, Ceferina, Candelaria, mi madre, mi hermanito, mi padre, mi tío, Deva, Estreilita, Boni, el profesor, Toni el perro y yo. Más tarde Octavio Paz me explicó que era “una célula de explotación” … ¿De manera que el paraíso perdido era una célula de explotación?  ¡Caramba!”.17

Por ello cuando se le entrevista sobre el caso concreto de las mujeres, acierta a decir verdades como la siguiente: “¿Que las mujeres somos traidoras?, Elena con gusto, la sonrisa amplia, gozando las palabras. En serio, no lo reconocemos, pero somos traidoras. Como tenemos que vivir de acuerdo con las ideas o la férula de un señor, pues no nos queda de otra sino la traición. La mujer ha estado sometida, cierto, pero depende en gran parte de ella, porque si no le da la gana no la somete nadie. Yo soy muy independiente, hay que tirar la casa por la ventana. Pero si te fijas te cuesta mucho”.18

Elena Garro no cree en la democracia. No es cierto que exista como tal. Confía más en la monarquía como sistema. En no pocas ocasiones ha demostrado su sinceridad, incluso todavía nos dice que no se considera libre para decir todo lo que piensa. “[…] Soy una tipa que va viviendo como todo el mundo. Cada quien hace lo que puede para sobrevivir. Yo me puse a escribir… Yo escribo como hacer cualquier trabajo. Cuando limpio la casa y sacudo, organizo en la mente la próxima novela o cuento. Escribo de corrido y rápido. Ya lo he pensado todo. No entiendo a las personas que sufren porque escriben. Les diría: quédate quieto en tu sillita, no te tortures. No les creo nada”.19

Es indudable que Elena Garro utilizó su oficio de escritora para tratar de aclarar su situación, su vida, su devenir; todos sus sentimientos, enojos y corajes están contenidos en su obra. El exilio pareció representar el escape, pero su salida más afortunada fue el encuentro con la literatura. Su constante búsqueda de respuestas la lleva a crear personajes femeninos ávidos de saber quiénes son y de qué son capaces. Pero como las mujeres de todas las épocas, sus mujeres, sus personajes femeninos se enfrentan siempre a una sociedad rígida que les impide ser ellas mismas y las obliga a doblegarse a los dictados de la razón masculina, condenándolas a la muerte, la soledad, la locura, el mito o el sueño.

Notas

1 Este artículo apareció publicado en la Revista Cuadernos Feministas, Núm. 2, 1997, Convergencia Socialista, Agrupación Política Nacional (APN), pp. 22-26.

2 Emmanuel, Carballo, “Elena Garro, en Protagonistas de la literatura mexicana, No. 48, p. 493.

3 Patricia, Cardona, “Elena Garro: no más ideales; todo sigue igual”, en Periódico UnomásUno, 22 de noviembre de 1991, pp. 1 y 36.

4 Elena, Garro, La casa junto al río, p. 7.

5 Elena, Garro, Andamos huyendo Lola, p. 113.

6 Guadalupe, Soberanis, “Posible, el homenaje a la Garro…”, en Periódico El Nacional, 11 de noviembre de 1991, p. 13.

7 Ibid., p. 13.

8 Patricia, Vega, “De Guadalajara a Aguascalientes…”, en Periódico La Jornada, Sección Cultural, 11 de noviembre de 1991, p. 24.

9 Elena, Garro, Andamos huyendo Lola, pp. 177 y 178.

10 Elena, Garro, “La dama y la turquesa”, en Andamos huyendo Lola, p. 236.

11 Emmanuel, Carballo, op. cit., p. 492.

12 Ibid., p. 493.

13 Ibid., p. 495.

14 Ibid., p. 496.

15 Alfredo, Barba Chávez, “Aquí se trata mejor a la mujer”, en Periódico Excélsior, 12 de noviembre de 1991, pp. 1, 3 y 4.

16 Emmanuel, Carballo, op. cit., p. 500.

17 Idem.

18 Rafael, Luviano y Ricardo, Pacheco, “Elena Garro o la sombra morada de una bugambilia”, en El Búho, suplemento cultural del Periódico Excélsior, 8 de diciembre de

1991, p. l.

19 Patricia, Cardona, “Elena Garro: no más ideales; todo sigue igual”, en Periódico UnomásUno, 22 de noviembre de 1991, pp. 1 y 36.

*Texto publicado en Cuadernos Feministas, año uno, número dos, pag.2, 1997

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