No es un libro de propaganda plañidera, es la historia de una mujer que quiere ser presidenta de México
Es la descripción de quien, como tantas, no es obediente, ni calladita, ni mandada sin reflexión y sin autonomía
Sara Lovera
SemMéxico, Ciudad de México, 19 de abril, 2024.- Narrar de qué está hecha la vida de Xóchitl Gálvez Ruíz, quien ostenta un liderazgo en el que la valentía le planta cara al autoritarismo –sea de un padre, un cacique, una cúpula parlamentaria, un estatus quo o un gobierno— al tiempo que es capaz de asumir sin maquillaje su vulnerabilidad, es narrar la vida de una mujer que rompió el cautiverio y los viejos modos de la política.
De eso está hecho Xingona, Una Mexicana contra el Autoritarismo el libro de la periodista Ivonne Melgar, editado por Grijalbo, sobre la vida de trabajo y rebeldía de Xóchitl Gálvez Ruíz, candidata a la presidencia de la República, se diría, desde una mirada feminista.
No es un libro de propaganda plañidera, dice la autora. Es el resultado de una investigación, de cómo las y los periodistas estamos obligados a recuperar la memoria; es un relato pormenorizado, periodístico de acontecimientos, sí, con Xóchitl siempre al centro, pero que pueden verificarse, documentarse. Por ejemplo sobre una larga batalla política y la conducta de la biografiada, contada por Ivonne, de cómo asumió una recién llegada una decisión del Congreso que, sin rubor, puso la cara y la inteligencia frente a los viejos modos de la política mexicana.
Ivonne narra, cuidadosamente, no olvidando los datos de lo que hizo esta mujer, cuándo habló y lo que hizo frente al desvío de una ley, para reivindicar a los pueblos indígenas que no respondía a los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, resultado del diálogo con el Zapatismo que irrumpió en Chiapas en 1994.¿Era una puntada? ¿O era “una convicción de una exitosa empresaria que se le puso de tu a tú al mismísimo presidente de la República”, porque conoce bien a las y los indígenas?
Xingona es una historia, sí, de una mujer, una indígena ingeniera, mal hablada, insurrecta, fuera del catálogo y valiente que, sin embargo, a veces se dobla, se vuelve insegura, como todas las mujeres.
Es también el cuestionamiento que la autora se hizo sobre la tarea periodística, hoy defenestrada, como si no tuviéramos memoria. Por eso los aplausos de sus colegas y ella explica cómo lo hizo: “es el prólogo del libro que hoy nos tiene aquí. Porque hubo miles, millones de ciudadanos que sin renunciar a la memoria defendimos la imperfecta democracia institucional y jurídica cuya construcción las y los reporteros habíamos contado”. Se fue a sus archivos, los de su memoria y los reales.
Esta historia la escribió Ivonne en unos cuantos meses. Acudió a las mejores herramientas de toda periodista con experiencia –la de ella de apenas 18 años– escudriñando en antiguas y nuevas entrevistas, entre los papeles de archivo, verificando hechos, checando fechas, localizando personajes presenciales y acudiendo a su memoria. Ella reporteó ese primer gobierno de transición que llevó a Vicente Fox a ser el primer presidente de la República de un partido distinto al viejo partido de Estado. Conoció, entrevistó, a las y los protagonistas. Ella sabía donde reconstruir, para que tampoco Xóchitl le dijera mentiras.
Es el producto. No es una biografía a modo, ni es propaganda, insistió la autora, puesto que al hacerlo no la cuestionó éticamente, ni le dio miedo, y todavía no es amenazada, aunque, sí, es blanco de los ataque descalificadores, situación previsible porque la coloca, “sin maquillaje” en un lado de las preferencias electorales, éstas de 2024, las más grandes de nuestra historia. Lo hizo desde una doble mirada, la de la profesional del periodismo y la de una convencida de la condición social de las mujeres, se diría feminista.
Con 18 años de experiencia, en la nota, la entrevista, la crónica, el reportaje, la columna, la entrevista televisada, el portal de mujeres, la presentación de Xingona se convirtió la noche del jueves 19 de abril en la librería Porrúa de Insurgentes en un acontecimiento donde destacó en palabras y presencia el valor de la tarea periodística, la libre expresión y rescate a la memoria, esa que parece efímera en el día a día.
Un acontecimiento que reconoce cómo, las y los periodistas son quienes hacen el relato colectivo sobre el tablero político, sexenio tras sexenio.
En palabras de la periodista Ivonne Melgar, ese periodismo que va “de la efímera cosecha cotidiana de mi oficio de reportera, donde aprendí a disfrutar la activación de la memoria para dimensionar los hechos y las consecuencias que colman la vida pública y publicable del ejercicio del poder”.
La espectacular presentación
El lugar fue insuficiente, nos arrebatamos las sillas, el espacio. La presentación fue una manifestación, un mitin político, ahí la politóloga Denisse Desser una de dos presentadoras, dijo que la candidatura de Xóchitl Gálvez es un antídoto a la regresión democrática, capaz de estar parada “hombro con hombro con quienes avalaron la corrupción”, valiente y espectacular, pero, advirtió “atrapada” y en una elección dispareja, difícil, pero no imposible.
Recordó desde que Morena comenzó a desviar recursos, desde su fundación hasta el despliegue de la “ pre, pre, pre, pre, precampaña de una mujer elegida por un hombre. De ello, dijo, Xóchitl es la antítesis. Es además la resurrección y reciclado de la vieja política, pero en un escenario de un Instituto Nacional Electoral debilitado.
En el lugar, acalorado, nadie se movió. Estaban en ese auditorio una mole de antiguos y nuevos periodistas, celebrando el valor de la reportera y columnista de Excélsior, capaz de escribir sin miedo de una política en campaña, sin que la narración pueda considerarse un texto más en tiempos de campaña. En cambio, comentaban un grupo de feministas asistentes al acontecimiento, esta biografía de Xóchitl, es un acto de affidamento (una práctica de lealtad, confianza y cuidado mutuo entre mujeres), de reconocimiento y respeto entre mujeres. De esa mujer con valor, de la que escribió la periodista, habló la ex candidata presidencial –entonces por el Partido del Trabajo– Cecilia Soto, la otra presentadora, quien alcanzó a señalar que el libro, también habla de cómo es y cómo ha crecido la periodista.
Ivonne escribe de Xóchitl, de cómo se fue dando ese proceso, de una tímida muchacha de un pueblo de Hidalgo a ser persona en un mundo de hombres y de autoritarismo, y sí es el relato de sus experiencias y sus peripecias, cómo cuando una investigadora busca delinear la tremenda vida, por ejemplo, de Benita Galeana Lacunza, cien veces en la cárcel, una larga travesía para aprender a leer y escribir, una lección de vida, para convertirse en propagandista de la lucha obrera, de sus hombres y mujeres. Esta no es tampoco una historia de vulnerabilidad, es la mirada aguda de una periodista comprometida con los derechos y la vida de las mujeres.
En el auditorio aplausos. Pocas preguntas y pocas explicaciones de cómo y por qué lo hizo. Yo sé de Ivonne Melgar –no tenemos que estar totalmente de acuerdo– de su convicción sobre la trascendencia de que una mujer pueda llegar al poder real, a la primera magistratura del país. También sé que sabe cual es la diferencia, como diría Cecilia Soto, de cómo la contrincante, por su circunstancia, tomaba clases de ballet mientras la abanderada de la oposición, vendía gelatinas o buscaba cómo inscribirse en la universidad.
La historia de vida de Xóchitl Gálvez Ruíz, por sus múltiples entrevistas, su valor, sus dolores, sus afanes, son, dijéramos conocidos. La importancia del libro, es que interpela a lo que la autora llamó este mareo abusivo de “ de una verdad única, incontrovertible, a la que, para serlo, le bastaba con sólo ser pronunciada, al margen de los hechos, las consecuencias y, por supuesto, al margen de la memoria que las hemerotecas contienen”.
Lo dijo exacto, para quienes tenemos varias décadas ejerciendo el periodismo, al reconocer su propia vida: “Y aunque con los años he ido valorando cada vez más el peso del periodismo en el relato colectivo, de pronto, a mí también comenzaron a olvidárseme los antecedentes inmediatos del tablero político que hoy tenemos y cuyo registro impreso, sonoro y video gráfico hicimos entre tantas manos durante al menos tres décadas, en lo que a mi corresponde”.
Aquí las palabras exactas de Ivonne Melgar, la noche del jueves, luego de agradecer la solidaridad gremial ahí presente:
En el gozo de la efímera cosecha cotidiana de mi oficio de reportera, aprendí a disfrutar la activación de la memoria para dimensionar los hechos y las consecuencias que colman la vida pública y publicable del ejercicio del poder.
Me fui acostumbrando a sonreír, resignada, ante los rimbombantes anuncios cíclicos de las inversiones supuestamente sin precedentes y las políticas públicas pretendidamente inéditas en cada arranque sexenal.
Frente a esa obsesiva reinvención de la patria, para mi fortuna, desde hace 18 años, esos apuntes del día y sus respectivas reminiscencias fueron acomodándose cada viernes en la confección de la columna de los sábados.
Y aunque con los años he ido valorando cada vez más el peso del periodismo en el relato colectivo, de pronto, a mí también comenzaron a olvidárseme los antecedentes inmediatos del tablero político que hoy tenemos y cuyo registro impreso, sonoro y video gráfico hicimos entre tantas manos durante al menos tres décadas, en lo que a mi corresponde.
Un día, acaso en esas horas sordas del trabajo en casa que nos impuso la pandemia, comprendí que mi amnesia era compartida y que, frente al estruendo del relato del poder diariamente multiplicado, comenzaban a borrarse hechos y consecuencias que habíamos relatado en nuestros medios.
Era la otra pandemia, la de una verdad única, incontrovertible, a la que, para serlo, le bastaba con sólo ser pronunciada, al margen de los hechos, las consecuencias y, por supuesto, al margen de la memoria que las hemerotecas contienen.
En esa otra verdad, personajes de desastrosos resultados se volvían aliados confiables si aplaudían la verdad única, mientras que sus críticos eran etiquetados como enemigos.
Y los hechos y las consecuencias que en su momento reporteamos y registramos como logros colectivos comenzaron a ser defenestrados. Para los que se resisten a perder la memoria, una mañana hubo una gran oferta: vénganse a la verdad única y ustedes también serán redimidos y aplaudidos. Pero si no lo hacen, aténganse a la verdad única.
Ese es el prólogo del libro que hoy nos tiene aquí. Porque hubo miles, millones de ciudadanos que sin renunciar a la memoria defendimos la imperfecta democracia institucional y jurídica cuya construcción las y los reporteros habíamos contado.
Y ahí estaba Xóchitl Gálvez, en la Calle de Madero, el domingo 26 de febrero de 2023, convencida que esa de las calles, la llamada marea rosa, era la oposición por la que ella semanas atrás se había disfrazado de dinosaurio para reclamar contra las pulsiones autoritarias de un plan electoral que pretendía convencernos de que nada de lo edificado hasta entonces valía la pena. Sí, la senadora de esa tan peculiar manera de comunicarse, la terca denunciante de los casos de corrupción que comenzaban a normalizarse, era la misma política de autenticidad sin límites que encontró en la gente el respaldo que sus compañeros le negaron cuando, el 28 de abril, el famoso viernes negro, se encadenó a la tribuna del Senado en señal de protesta por la determinación gubernamental de asfixiar al INAI, sí, a la institución obligada a obligar a los ejecutores del poder a rendir cuentas.
Ese es el prólogo de este libro, Xingona, porque cuando los grandes editores que son Juan Carlos Ortega y Andrés Ramírez me invitaron a escribir una semblanza de Xóchitl Gálvez o una entrevista sobre su vida, me estaban retando al desafío de reivindicar el derecho a la memoria de reportera, a contar la biografía política sí, de una futura candidata a la Presidencia de la República –era julio del año pasado–, pero también de un tramo de nuestra historia reciente.
El avance de la verdad única que reclama ovaciones de unanimidad ha sido tal que responder afirmativamente a esta oferta editorial era como contradecir a los propagandistas que nos anunciaron que la elección presidencial adelantada de 2024 quedaría resuelta una vez que el partido en el poder definiera a su abanderada.
Como los reporteros solo aspiramos a contar lo que nos consta y a reconstruir los acontecimientos con los testimonios de quienes los han protagonizado, me declaro incompetente para desmentir a quienes dieron por saldada la competencia electoral desde septiembre, hace más de siete meses.
Lo que sí sé es que me tocaba contar la biografía política de la mujer que, contra todo pronóstico, estará en la boleta presidencial de 2024 representando la determinación de enfrentar todo lo que significa hoy en nuestras vidas la pretensión -¿religiosa, fanática, idílica?- de poseer la verdad única.
Al que presentamos el libro y hablamos de su confección y contenido, agradezco el privilegio de haber tenido la posibilidad de narrar de qué está hecha la vida de Xóchitl Gálvez, ese liderazgo en el que la valentía le planta cara al autoritarismo –sea de un padre, un cacique, una cúpula parlamentaria, un estatus quo o un gobierno—al tiempo que es capaz de asumir sin maquillaje su vulnerabilidad.
Para una reportera acostumbrada al gozo de la efímera cosecha cotidiana por una nota, una crónica, un reportaje o una entrevista, saber que este libro es la suma de todo eso y que además se está leyendo, es como sentir que todavía es posible salvar nuestra memoria, la construida entre las verdades de todas y todos, la memoria en la que los hechos, las consecuencias y la biografía política sí importan e importan mucho. Gracias.