Gloria Analco
SemMéxico, Ciudad de México, 17 de abril, 2024.- Adriana Luna Parra viene de una familia que ha hecho historia en México, y, por lo mismo, ha sentido el peso de la responsabilidad, más allá de lo habitual. Ha sido activista política, pero sobre todo, como científica social, ha profundizado en la tarea de combatir la discriminación múltiple de la vejez con visión de género, con proyectos para proteger los derechos humanos de las mujeres mayores con justicia y equidad, tema de gran trascendencia social.
Sus recuerdos de familia parten del siglo XII, lo que la ha vinculado al pasado, donde sus ascendentes participaron en los movimientos políticos de su época, impregnando la vida de Adriana de creatividad, pensamiento y compromiso, y entre sus antepasados se encuentran Sebastián y Miguel Lerdo de Tejada, el primero fue Presidente de México a la muerte de Benito Juárez, entre 1872 y 1876, siendo él quien continúo el proceso de las leyes de Reforma, elevándolas a la categoría de constitucionales, y su hermano Miguel acompañó también a Juárez como alto funcionario, y luchó también por las leyes de Reforma y la nacionalización de los bienes del clero, sirviendo de ejemplo ambos hermanos a la familia Luna Parra, que se forjó en la idea del servicio a México.
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Entre otras ramas familiares, están también los Trejo Lerdo de Tejada, cuyo origen se remonta al siglo XII hasta que vienen a América en el siglo XVI, y tuvieron también una vida política plagada de historia, como Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, político, abogado y diplomático mexicano, autor del libro La Educación Socialista, publicado en 1935, y fue gobernador de Baja California. Murió en 1945.
Adriana estuvo además vinculada, desde pequeña, con figuras relevantes de la vida política, social y cultural, pues su padre, Jorge Luna Parra, acostumbraba a organizar en su casa tertulias con políticos, intelectuales y artistas, destacados en la época, que a menudo sostenían fuertes discusiones sobre el ambiente político, y que ella de niña, oculta en algún rincón, escuchaba sin perder detalle, contagiándose de las ideas que ahí se exponían.
Ella nació en la Ciudad de México, el 19 de febrero de 1946. Su padre era de Puebla, quien un tiempo tuvo como huésped en su casa a Agustín Lara, pariente algo lejano suyo, y que su padre lo envió ahí para que se reformara, pues le gustaba beber mucho y pasar el tiempo tocando el piano, lo cual se consideraba una pérdida de tiempo, sin saber que eso iba a volverlo rico y famoso.
Adriana viene de una familia de cinco hermanas. Ella fue la última, de todas, en venir al mundo. Georgina la mayor, casada con Ricardo García Sáenz, murió hace poco, y mientras vivió nunca dejó el huipil. Poseía una colección de vestidos regionales y otra de máscaras antiguas mexicanas, que llevó por el mundo en exposiciones. María Angélica, actual directora del Instituto de Desarrollo Social (Indesol), Susana y Guadalupe, quienes también ya pasaron a mejor vida. La primera de ellas fue periodista casada con el artista Ignacio Urquiza.
Las hermanas Luna Parra se desenvolvieron en un ambiente de sociedad, al grado de que el Duque de Otranto, que reseñaba crónicas sociales, las incluyó en las “300 familias” que él consideraba “de sociedad”. También estuvieron cerca del poder, pero nunca utilizaron el poder para ganar fama y fortuna, como era usual que otros lo hicieran.
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Estudió en el Colegio Francés desde la primaria hasta la preparatoria. Luego se fue un año a Europa, lo que se llamaba un “finish in the school”, como ciertas familias lo acostumbraban. Estuvo en un internado en Londres estudiando a Shakespeare, visitando el Garden Ballet y haciendo paseos por sitios históricos. En el Francés, colegio de monjas, aprendió a rebelarse ante normas que provenían de una religión autócrata como la católica.
Al regresar de Inglaterra se inscribió en la carrera de Psicología, en la Universidad Iberoamericana, donde empezó su formación de mujer de izquierda. Ahí trabó amistad con Araceli Pérez Darias, quien a los 31 años se unió a la guerrilla sandinista, y perdió la vida en una emboscada tres años más tarde.
Puede decirse que Araceli fue la mejor amiga de Adriana, con quien estudio Psicología y compartió experiencias que la marcarían por el resto de su vida, como participar, sin saberlo hasta tiempo después, en una de las células de la Liga Espartaco, creada al interior del Partido Comunista Mexicano por José Revueltas, como grupo organizativo y de lucha social.
“Formábamos parte –ella y Araceli- de un grupo de formación ideológica de la Liga Espartaco. No sabía que así se llamaba, lo supe tiempo después. Era un grupo clandestino. Estudiábamos El Capital, a Marx y a Lenin. Nada más conocías a tu célula. Yo ya estaba casada y tenía tres hijos. Me estaba divorciando en esa época”. *
Es mamá de tres hijos, Enrique, Mariana y Santiago. Se casó con Enrique de la Rosa, que era guapo, cantaba bonito y era divertido, pero con pocas inquietudes intelectuales. Su matrimonio duró 9 años.
Las reuniones se realizaban en la calle Progreso de Coyoacán, donde vivía Araceli, pero luego tuvieron que cambiar de lugar porque ella convirtió su domicilio en casa de seguridad del Frente Sandinista de Liberación Nacional, y luego se fue a la guerrilla a Nicaragua.
Cuando triunfó la Revolución Sandinista, el tanque que iba a la cabeza de la entrada triunfal que hicieron los guerrilleros a Managua, en 1979, para celebrar la victoria, había sido bautizado con el nombre de Araceli Pérez Darias, en su memoria, tras haber sido detenida por los somocistas, torturada y asesinada, apenas dos meses antes del triunfo revolucionario.
“Saber que había muerto requirió para mí de una enorme energía superarlo. Ella siempre impactó mi vida, me hizo trabajar con conciencia social, participar en la militancia política con sentido crítico hacia el sistema que era injusto con la mayoría de la población”.*
Tiempo después, cuando estaba vinculada a la defensa del voto de Cuauhtémoc Cárdenas, empezó a trabajar con los pescadores de la costa de Guerrero que se quejaban de la contaminación ambiental causada por la CFE, lo mismo que los de la zona de Lázaro Cárdenas, cuando asesinaron a su dirigente José Luis Valdovinos Rosales, lo cual la inspiró a ella a organizar un encuentro de pescadores ribereños.
Es cuando se formó la red nacional de pescadores en defensa de sus derechos, lo cual tuvo repercusiones en 22 estados de la República, llegando al extremo de tomar y cerrar puertos, hasta que consiguieron que fueran indemnizados por las afectaciones de la contaminación. Su activismo y compromiso social fueron recompensados.
Un tiempo estuvo en el servicio público, trabajando en el IMSS, el DIF y el CREA, pero luego se fue a Oaxaca, invitada por el gobierno de Heladio Ramírez, para hacerse cargo del primer Programa de Apoyo a la Mujer. Fue cuando empezó a participar en la campaña para promover la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República, en 1988, invitada por Heberto Castillo.
En Oaxaca percibió más claramente lo que era el priismo. Notó que el caciquismo era protegido por el PRI, partido que ofrecía protección a ciertos grupos, y observó que la política caciquil era muy cruel con los grupos sociales.
“Mi inconformidad se convirtió en rebeldía política en contra de un sistema antidemocrático. Yo no podía responder a normas políticas y sociales que no eran acordes con mi concepto de la felicidad y la libertad”. *
Cuando el gobernador Heladio Ramírez se enteró de que ella participaba en la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, la despidió porque consideró que había cometido traición.
“No me contraté como priista, sino como una ciudadana libre que podía llevar adelante una tarea”. *
Entonces se entregó de lleno a la campaña de Cárdenas, con lo que empezó su militancia política, comprometiéndose cada vez más en formas diferentes de hacer política, lo que la llevó finalmente a convertirse en fundadora del PRD.
Fue diputada por ese partido en la Legislatura LVI, entre 1994 y 1997. Se incorporó al primer gobierno del PRD en el Distrito Federal , encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas, como directora del Bosque de Chapultepec, de 1997 al año 2000, tiempo en el cual realizó una lucha frontal contra las invasiones a esa reserva ecológica por parte de habitantes que querían agrandar sus jardines y terrazas, logrando parar muchas de ellas.
Adriana Luna Parra se alejó del PRD cuando observó que ese partido estaba recuperando el estilo tradicional de hacer política del PRI, a través del corporativismo y de vender los servicios públicos por apoyo político. Tampoco estaba de acuerdo con la forma de actuar políticamente de Andrés Manuel López Obrador y Rosario Robles, quien acababa de tomar posesión como presidenta del CEN del PRD, cuando decidió irse del partido y de su estructura cupular, pues era parte del Comité Ejecutivo.
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Antes, cuando surgió el EZLN, en enero de 1994, formó parte del grupo “Rosario Castellanos” que se integró para apoyar la tarea del Ejército Zapatista, incluso ese grupo rompió el cerco que habían levantado los militares en contra de una comunidad, y estuvo participando tres años en un campamento de paz, en La Sultana, Chiapas. Las mujeres que conforman el grupo fueron nombradas asesoras del Ejército Zapatista, y hasta la fecha mantienen ese apoyo.
Cuando Adriana abandona el PRD regresó a estudiar diplomados y seminarios sobre violencia, psicodrama, métodos lúdicos del juego, sobre cómo auxiliar a trabajadores con grupos, y enfatiza su trabajo personal e independiente con mujeres asesorando a municipalistas en temas feministas, de violencia y vulnerabilidad en los grupos más débiles de la sociedad.
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Fue cuando se interesó en trabajar como científica social en el diseño de programas para incorporarlos a la política pública que guiara las acciones gubernamentales a la hora de abordar el asunto de las mujeres adultas mayores de manera integral y lograr incorporarlas plenamente a la salud, la justicia, la economía y la cultura, en una convivencia sin discriminación ni violencia.
Puede decirse que es el tema que ahora domina su vida, pues recientemente propuso a la Delegación Miguel Hidalgo que fundara un proyecto integral, realizado por ella misma con esos propósitos, en la Universidad de Vida para Personas Mayores, que empezó a funcionar bajo su cargo en abril de 2013, y que incluye también en los beneficios a adultos mayores hombres.
Es un modelo que revaloriza el proceso de envejecimiento, que aborda sus problemas desde lo personal hasta lo social y cultural, ofreciendo talleres de aprendizaje en diferentes materias, bajo el concepto de que la educación es un proceso continuo que no debe ser limitado por la edad, a la vez que se ofrece fortalecimiento emocional, desarrollo creativo, información sobre los cuidados de la salud, convivencia, conocimiento de sus derechos humanos y seminarios sobre temas de actualidad, entre otras muchas cosas.
Adriana empieza a abordar el tema de la vejez cuando notó que los militantes políticos tienden a negar el proceso del envejecimiento. Se dicen “Yo sigo siendo joven”, y considera que esa negación impide la posibilidad de un movimiento político hacia el envejecimiento, en una población que pronto va a ser mayoritariamente de mayores, no de jóvenes como está ocurriendo ahora.
Como parte de ese proceso, escribió un libro, conjuntamente con Guadalupe Loaeza, “Abuelas queridas, ¡que vivan sus derechos!, para entrar en materia sobre la importancia de que este sector de la población sea atendido como corresponde a sus derechos humanos. Y en ese aspecto cita una bella frase: “Me reivindico como mujer vieja, en rebeldía del anhelo permanente de la juventud”.